Opinión | LA SEÑAL

¡Oooh Bama!

Tiene la convicción de que está asistiendo poco menos que a un hecho histórico, casi nada, Barack Obama en Málaga, aunque su mujer le recordó en el desayuno que si él se gastaba mil novecientos euros por escuchar al ex presidente norteamericano pues que no la esperase levantado, que cenaría con sus amigas en Muelle 1, en José Carlos, aunque este no es tan caro como el premio Nobel de la Paz. Además, para terminar de fastidiarlo le recordó que Al Gore se hizo millonario con el cambio climático, y ahora Obama suele cobrar medio millón de dólares por una charla, eso sí, políticamente correcta. Y es que el Digital Enterprise Show, es distinto, excepto en que hace también hace caja, claro.

Le repatea que la estrella empiece veinte minutos tarde, pero es que los ídolos son así, se hacen esperar y la impaciencia que generan la ponen inmediatamente a su favor con alguna tontería previamente estudiada por sus guionistas, como eso de que «me han dicho que en España no todo el mundo duerme la siesta, no sé si será verdad», pero, eso sí, dicho por Él dispara todas las emociones. Lo que ya le resulta odioso -cuidado, que puede ser delito, se reprime- es que el monólogo del ex más poderoso del planeta fuese en inglés y sin traducción simultánea, pero se consoló rápidamente porque cientos de los asistentes, que habían pagado aquella pasta, tampoco entendieron nada, pero ¿acaso se trataba de eso?, se dijo. Él está allí por lo que está, las diatribas del de Honolulú contra Putin -como Dios manda-, la lucha entre el autoritarismo y la democracia, el cambio climático, la revolución digital, la desigualdad social y la falta de oportunidades para los jóvenes -la juventud con más oportunidades de la historia- podían esperar.

En los primeros minutos aprendía, mirando el rostro de algún raro espectador bilingüe, cuando tenía que reírse o asentir con la cabeza, no le costaba demasiado trabajo y eso le hacía sentirse bien. Por ejemplo, le toca asentir cuando escucha que las tendencias autoritarias en nuestras sociedades están relacionadas con la extrema derecha, no con la extrema izquierda, inexistente, y a reírse, ya muy cerca del paroxismo, con aquello de «Michelle viene más que yo a España; viene a veces sin avisarme y se dedica a beber mucho vino y a tomar el sol», pero de todo esto se enteró mucho después, él no tenía ni idea de lo que hablaba aquel hombre de pelo muy corto, sin corbata -otro signo de modernidad- y sentado en su cómodo chester. Si a todo esto le suma que Él habló de «capitalismo inclusivo» hace falta ser muy insensible para no sentirse bien, o también lo de trabajar treinta y cinco horas en vez de cuarenta, si es que quien no se consuela es porque no quiere... Y… ¡tres por el precio de uno!, porque hicieron acto de presencia, cómo se lo iban a perder, ¡Pedro Sánchez!, ¡y Juanma!, que dispararon las endorfinas de todo el auditorio.

Ahora bien, cuando supo de verdad que aquel hombre que sujetaba el micrófono con la mano derecha y que tenía sus zapatos negros relucientes era sincero, y un gran tipo, fue cuando confesó que «no conseguí un equilibrio entre vida y trabajo: estaba siempre trabajando. Pero los viernes y sábados noche me tomaba un Martini». Él no se lo diría nunca a su mujer pero, en ese momento, algunas lágrimas asomaron en su rostro y un nudo en la garganta le traicionó, joder, ¡era un hombre como yo!, más poderoso, sin duda, pero era humano, y eso le hizo sentirse importante, yo soy como Él y Él es como yo, soy algo más que ese hombre que todas las mañanas está a las ocho en su trabajo. Hacía años había leído que Obama dijo que “no solo te involucres, lucha por tu asiento en la mesa, mejor aún, lucha por un asiento en la cabecera de la mesa”. Por eso, cuando salió de allí lo hizo con paso firme y decidido y con un convencimiento interior muy sólido de que podía alcanzar un futuro muy pero que muy importante, y desapareció entre los coches de aquel atestado aparcamiento del Palacio de Ferias y Exposiciones.

Antonio Machado había escrito:

¡Tenue rumor de túnicas que pasan

sobre la infértil tierra! ...

¡Y lágrimas sonoras

de las campanas viejas!

Las ascuas mortecinas

del horizonte humean...

Blancos fantasmas lares

van encendiendo estrellas.

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