Opinión | 360 grados

¿A quién beneficia esta guerra?

Archivo - Una familia saca sus pertenencias de su casa de Severodonetsk, tras anunciarse oficialmente la evacuación de la ciudad, a 24 de febrero de 2022, en Severodonetsk, Oblast de Lugansk (Ucrania)

Archivo - Una familia saca sus pertenencias de su casa de Severodonetsk, tras anunciarse oficialmente la evacuación de la ciudad, a 24 de febrero de 2022, en Severodonetsk, Oblast de Lugansk (Ucrania) / Diego Herrera - Europa Press - Archivo

"Cui prodest", que diría un romano: ¿a quién beneficia esta guerra, al menos en el plano geopolítico, quién tiene especial interés en que se prolongue?

Porque, de esto no hay duda, los perjudicados somos muchos: en primer lugar, por supuesto, los ucranianos que pierden diariamente cientos de vidas, además de ver destruido su país.

También los soldados rusos, enviados allí como carne de cañón por un político a quien sólo la historia, pero no un tribunal, juzgará un día como el criminal de guerra que es. Y no está, por cierto, en eso solo.

Perjudicados también todos los europeos, que, crisis tras crisis- , económico-financiera por las hipotecas ‘subprime’, primero, pandémica, después, con el coronavirus, y ahora con la guerra de Ucrania, cuyo coste económico hemos de soportar- no logramos levantar cabeza.

Y, por supuesto, numerosos países del Tercer Mundo, que, en el mejor de los casos, verán también aumentar el precio de sus alimentos básicos como el pan y, en el peor, verán agravarse sus hambrunas, lo cual llevará a nuevas migraciones con dirección siempre a Europa.

A la vista de todo eso, ¿a quién beneficia entonces la prolongación sine die de la llamada ‘guerra de Putin’? Creo que no hay lugar a dudas: a los Estados Unidos de América o, mejor dicho, a sus clases dirigentes, a sus grandes empresas, a sus multinacionales.

La superpotencia, que aspira a mantener la hegemonía global de que ha disfrutado desde el final de la Segunda Guerra Mundial, es la gran ganadora desde el plano geopolítico al reducir a Europa en algo así como un animal de compañía, incapaz de desarrollar su propia autonomía tanto económica como militar.

Con su tan estúpida como criminal invasión de Ucrania, el presidente ruso, Vladimir Putin, ha ofrecido a EEUU la ocasión buscada para separar a la parte occidental de Eurasia del resto del continente, donde están muchos de los recursos naturales que necesitaba hasta ahora su industria.

Es cierto que por lo que se refiere a los recursos energéticos, al gas y el petróleo, hay un proceso en marcha, como respuesta al cambio climático, de sustitución de los mismos por las llamadas energías renovables: el viento y el sol, sobre todo.

Pero ello requiere tiempo, y lo que EEUU ha exigido de Europa: cortar sin demora todos los lazos con Rusia, pero también, ya lo veremos eventualmente, con China si ambos países unen su destino en nuevo bloque anti-atlantista, es como dar un salto al vacío sin paracaídas.

Washington logró la paralización del segundo gasoducto del Báltico entre Rusia y Alemania, país que necesita ese gas para su industria exportadora y que, como otros países europeos, ahora tiene que buscarlo en otras partes.

Es, sin duda, un gran negocio para Estados Unidos, que aumentará las exportaciones a Europa de su propio gas licuado, como se sabe, mucho más contaminante que el gas natural, y además bastante más caro, pero no importa: pagan los europeos.

Como se multiplicarán sus ventas de armamento a los países de una OTAN eventualmente ampliada a Finlandia y Suecia, dos países neutrales que han solicitado el ingreso, y que tendrá que reemplazar rápidamente todas las armas que está enviando ahora a Ucrania para su defensa.

Rusia no ha podido siquiera cumplir su objetivo de tomar Kiev e instalar allí un gobierno prorruso y tendrá que contentarse a lo sumo con hacerse fuerte en la región del Donbás, de mayoría rusoparlante y cuyo acoso militar durante años por el Gobierno central fue el pretexto que justificó la invasión rusa.

Si es cierto que Rusia es una temible potencia nuclear, su ejército no ha demostrado en esta guerra estar a la altura de las expectativas del Kremlin, lo cual no obsta para que se nos asuste continuamente con una invasión rusa del resto de Europa si se le deja a Putin ganar esta guerra convencional.

Olvidémonos, pues, del viejo sueño de construir un nuevo orden de paz europeo que pudiese incluir un día también a Rusia ya que, por fortuna, como cualquier dictador, Putin no es eterno.

Pero hay que vender armas y debe continuar la tensión para mantener cohesionados, cueste lo que cueste, a los europeos.

Y mientras tanto, más vale que nos olvidemos también de cosas como el cambio climático porque lo único que importa en este momento es aislar a Rusia y a también, por supuesto, a China, el mayor desafío, este último, de EEUU, que no se resigna a ver el surgimiento de un mundo multipolar.

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