Opinión | LA SEÑAL

Espadas afiladas

Mira que lo he intentado, pero nada, cuando los medios se ponen a dar la matraca de que la victoria de Juanma está cantada, ya no hay nada que hacer, y eso que medios tenemos, de toda clase, más que nadie, y estamos en el Gobierno de Madrid, no el de Isabel, ¡vade retro!, sino el nacional, bueno, pues ni aun así. Pero es injusto -el semáforo está en rojo a la altura de Los Lebreros, en Luis Morales, Sevilla-. Yo he tenido pocos meses para disputar este partido de tenis, y después de que Rafa Nadal se llevara su noveno Roland Garros, y así es imposible, pero no me lo reconocen. Y ahora, claro, ya están haciendo comparaciones con Susana, pero ¿qué tiene que ver que la mandáramos al Senado con que yo siga, aunque haya perdido?, son casos distintos. Pedro me lo dijo, yo estoy detrás de ti, sosteniéndote, aunque viniendo de quien viene, no sé si se refería a sosteniéndome la cabeza debajo del agua. El caso es que ahora estoy metido en esto hasta el corvejón y él, claro, mirando para otro lado. Ahora… que los barones, mis compis, han empezado a recordárselo, porque ya ven sus barbas en remojo -el coche está en el aparcamiento, se dirige al restaurante Mosaico, del propio hotel-. Le sigue, mirando el móvil, Noel López, secretario de Organización, todavía.

Una cosa está clara, que no esperen de mi autocrítica alguna, no soy yo el que debe hacerla, a mí tienen que justificarme, yo estaba muy cómodo de alcalde de Sevilla. Es cierto que me halagó la propuesta del presidente, cómo no, pero se ha visto que el caramelito era como fumarse un porro. Y mi mujer lo está pasando muy mal por lo de la FAFFE, y Manolo y José Antonio en el banquillo del Supremo por los EREs, y ahora más casos en Valencia…, así no hay quien trabaje. Pero tienen que recordar que yo tenía un perfil de centro izquierda y que podía disputarle al PP una parte de los votos que ahora se ha llevado, lo que pasa es que Pedro de centro izquierda nada, extremo izquierda mejor. Ahora solo me queda apechugar. Susana me ha prometido su lealtad, veremos. Corre por ahí la especie de que no perdonamos la pérdida del poder, y que de Ferraz y de San Vicente y de todas partes se van los que lo pierden, y es verdad, pero hay que darle un tiempo al piloto para que se acostumbre al aparato, y yo le estoy cogiendo el gusto ahora, es un decir. Eso sí, que nadie piense que le voy a dar tregua al Gobierno andaluz, de cien días nada, porque es continuista, aunque todavía no sé quiénes lo compondrán, pero el presidente es el mismo, y eso me basta -ya está en la entrada del restaurante, un jefe de sala se les acerca, pero ya ha visto a la derecha y al fondo a quienes les esperan-. Él lo ha sido todo en Andalucía, menos presidente. Podemos hablar de cualquier cosa. Y su acompañante, qué decir, si fue acalde de Sevilla… Algo positivo tiene que salir de aquí, digo positivo para mí -se levantan los que les esperan y avanzan unos pasos a su encuentro-.

- ¿Cómo estás Juan?, entiéndeme…

- No, ya… Bien, con mucho ánimo, ahora empieza el juego… ¿Y tú?

- Yo, retirado, bueno, en el Senado, el asilo…

- ¿Qué vamos a pedir…?

- Os aconsejo las gyozas y los arroces. Me he permitido elegir el vino, un Carmelo Rodero crianza 2019, que no está mal.

- Bueno, contadme…

- Como supondrás, traigo un encargo. Quieren que nos llevemos bien, y creo que es razonable, otra cosa es la representación de la obra, ya me entiendes. Si subimos Andalucía de peldaño, tú te la encontrarás mejor un día.

- Es imposible. He de darle la vuelta a la situación.

El amplio restaurante no estaba, ni mucho menos, lleno, podían hablar sin temor a ser escuchados. Luminoso, colores claros, maderas y plantas, contemporáneo, en suma.

Jorge Luis Borges lo había visto así:

Torne en mi boca el verso castellano

a decir lo que siempre está diciendo

desde el latín de séneca: el horrendo

dictamen de que todo es del gusano.

Torne a cantar la pálida ceniza,

los fastos de la muerte y la victoria

de esa reina retórica que pisa

los estandartes de la vanagloria.

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