Opinión | Marcaje en corto

Más de 40 años de historia con un épico colofón

Recurro mucho a la épica del atletismo, como a la del tenis también (Nadal mediante), porque me reconozco como un nostálgico de la Grecia antigua. Se me escurre en la memoria cuándo empecé a leer acerca de los primigenios héroes olímpicos.

No obstante, estoy muy condicionado de una manera bastante más próxima. Haber narrado durante casi un cuarto de siglo y a través de estas mismas páginas el extraordinario crecimiento del club Nerja de Atletismo te acerca y mucho al día a día de este deporte.

Este periódico nació poco antes de que empezaran a abrirse camino hacia la elite los Álvaro Fernández o Borja Vivas. Pero para entonces el estadio nerjeño ya tenía inscrito un nombre propio, el del vicepresidente de la Federación Española de Atletismo, Enrique López Cuenca. Este último había formado parte de un reducido grupo de visionarios que a principios de los ochenta, en plenas fiestas navideñas, no tuvieron otra ocurrencia que fundar un club federado para dar forma reglada a su pasión más destacada.

Y digo bien eso de reglada, porque mucho antes ya estaba bien germinada la semilla de esta disciplina deportiva en el extremo más oriental de la Costa del Sol, gracias a unos auténticos locos de los que hoy por hoy denominamos «running». Tenemos que remontarnos a finales de los cincuenta para hallar los verdaderos orígenes del atletismo nerjeño.

La provincia se encontraba aún en plena recuperación tras la Guerra Civil cuando un puñado de jóvenes, que también serían testigos directos del descubrimiento de la Cueva de Nerja, empezaron a hacer kilómetros y kilómetros a gran velocidad.

El más astuto de todos fue un tal Francisco Ortega «Ayo», capaz de participar en pruebas internacionales de cross y después de haber brillado en los campeonatos de España. A este restaurador ya octogenario la fama le vendría no obstante de la mano de la serie Verano Azul, inmortalizado, lo mismo que sus excepcionales paellas gigantes, de la mano del mítico cineasta Antonio Mercero.

Todo este prólogo únicamente pretende resumir, con lo muchísimo que representa hoy por hoy la marca Trops-Cueva de Nerja en el escenario del atletismo español, el colofón que representa que el estadio Enrique López Cuenca haya albergado por primera vez unos campeonatos de España al aire libre.

Y qué mejor broche, a más de 40 años de historia para un club, que ese oro que anoche se colgaba el relevo 4x100 con la elástica celeste en el pecho. Fue una final épica, con buques nacionales del atletismo como contrincantes, para unos instantes ya finales a tres jornadas de gestas y marcas inéditas.

Vimos en las gradas lágrimas, abrazos, emociones desatadas. El fruto al respaldo de todo un pueblo, Nerja, de toda una provincia malagueña, que ha sabido identificar como propias las hazañas de esos «jureles, jureles» (como proclama ese grito de guerra ya asentado entre quienes forman parte de la gran familia que conforma este histórico club).

En décimas de segundo pasaron de nuevo por nuestra retina infinidad de fotogramas. Resultaría injusta cualquier lista de nombres propios. Hemos reseñado algunos de los principales, con el permiso de los Carlitos Salcedo, El Mouaziz o Raúl López, pues los últimos 20 años han dado para decenas de páginas en letras de oro.

Una de las más recientes estampas que se me vino a la cabeza era de estos mismos días, cuando en el estreno de este primer Nacional absoluto al aire libre, fue descubierta una estatua de «Ayo» en los accesos al estadio nerjeño. Y también me emocionó pensar en aquella participación de otro ilustre nerjeño, el ya reseñado Álvaro Fernández, cuando representó a España en la prueba reina del atletismo, los 1.500, en los JJOO de Atenas.

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