Opinión | En redes

El desafío digital a la Constitución

Twitter.

Twitter.

El mundo digital está cuestionando las normas y reglas que rigen nuestra convivencia como sociedad. Una red social (Twitter), convertida en ágora pública, suspende la cuenta del Presidente de los Estados Unidos, democráticamente elegido. El modelo de negocio de muchas plataformas digitales descansaba sobre la vulneración sistemática de los derechos laborales de los trabajadores. Las grandes compañías tecnológicas persiguen la libertad sindical de sus empleados. Las campañas de odio y las amenazas, amparadas en el anonimato, han minado la confianza en las instituciones democráticas. La desinformación masiva ha estado detrás de decisiones tan controvertidas como el Brexit. El catálogo de amenazas y desafíos es enorme y variado.

Todos estos valores encuentran su respaldo en la Constitución de cada país. La nuestra protege la intimidad de los ciudadanos, la libertad de expresión, los derechos económicos y sociales de los trabajadores, la defensa de los consumidores. Pero la economía digital parece estar incómoda con estas reglas, acostumbrada a hacer lo que le ha apetecido, hasta el punto de hacernos vivir en un estado que ha sido bautizado como ‘capitalismo de vigilancia’ (Shoshana Zuboff).

Mientras que en España el eterno debate sobre la reforma constitucional se ciñe a la Jefatura del Estado, o a la cuestión territorial, en otros países europeos se discute ya, en los ámbitos académicos, sobre la necesidad de un nuevo Constitucionalismo digital. Autores como Giovanni di Gregorio, Oreste Pollicino o Edoardo Celeste han publicado libros al respecto, e interesantes artículos al alcance de los lectores inquietos. Una página web en la que acaba de publicar una colaboración el catedrático español Miguel Ángel Presno Linera (The Digital Constitutionalist), es la referencia de este movimiento, oportuno y decisivo.

Sostiene Giovanni di Gregorio que en la Unión Europea la aproximación legislativa al mundo digital ha pasado de un enfoque económico liberal a una preocupación más cercana a la defensa de los valores constitucionales, debido al auge de las plataformas y su creciente desempeño de «funciones casi públicas a escala mundial», algunas de las cuales ya han sido descritas en el primer párrafo. Lo que parecía una fórmula milagrosa para multiplicar los beneficios y la competitividad ha resultado ser un monstruo alérgico al control, voraz de poder sin contrapesos. La democracia ha decidido defenderse. En eso consiste el debate.

Suscríbete para seguir leyendo