Opinión | Málaga solidaria

La vida no vale nada

Inmigrantes subsaharianos amontonados tras los enfrentamientos con la Policía de Marruecos durante un intento de salto de la valla de Melilla.

Inmigrantes subsaharianos amontonados tras los enfrentamientos con la Policía de Marruecos durante un intento de salto de la valla de Melilla. / EP

La foto fija de sus cuerpos sin recibir socorro demuestra que hay vidas que valen menos que otras. Pablo Milanés tituló así una de sus canciones: La vida no vale nada. Desconozco si cuando la escribió también pensaba en perros como víctimas, pero de lo que estoy seguro es de que se refería a humanos como criminales cada vez que la cantaba. Y que como tú lloraba de tristeza, y que como yo se mordía los labios de rabia porque, efectivamente, hay vidas que no valen absolutamente nada y es más corto el precio por arrebatarlas que la agonía de los que la perdieron.

Todo ello viene a colación por los sucesos del día 24 de junio cuando en la valla de Melilla perecieron 37 jóvenes africanos y otro centenar fue herido. En una dramática escena, bajo la atenta mirada de policías pagados por España y Europa para vigilar la frontera, aquellos jóvenes inmigrantes de Sudán, Malí, El Chad, República Centroafricana o Argelia morían aplastados o caídos de la valla.

Viendo las imágenes de las personas asesinadas en Melilla sentimos rabia. Porque estas muertes eran evitables y no son fruto de ningún accidente. Son consecuencia de una política migratoria nefasta que deja a las personas migrantes desprotegidas, a merced de vallas y muros y sin un ápice de vías legales y seguras para emigrar.

Ya sé que sólo eran inmigrantes sin papeles en un mundo donde la especie que siempre comete los crímenes es la misma que decide cuándo esos crímenes no lo son; una especie donde casi nadie ha pisado nunca una prisión por matarlos o apalearlos; una especie que ha hecho de la aporofobia y la xenofobia afición de nobles y plebeyos, y en el que su rechazo es aplaudido en nombre de la seguridad.

Para entender la masacre de Melilla, no se puede dejar de poner el foco en un sistema económico sustentado en el colonialismo que extrae la riqueza de muchos países para sostener la economía de unos pocos. No se puede entender esta masacre sin acercarse a la idea de que la riqueza europea se asienta en la muerte de personas negras. Las políticas colonialistas que han arrasado y siguen arrasando los recursos de los países africanos, junto con los graves efectos del cambio climático, que empeoran gravemente las condiciones de vida de los africanos y las africanas. No sólo las economías de sus países se encuentran supeditadas a Europa, sino que, además, la degradación del medio ambiente está mostrando la cara más dura en estos territorios. La mayoría de las personas que las están viendo en su televisión, en cambio, quizá no lo perciban así. El racismo está tan asentado como parte de nuestra cotidianidad que las muertes de personas negras en la frontera parecen ser inevitables. La foto fija de sus cuerpos sin recibir socorro demuestra que hay vidas que valen menos que otras.

En este contexto, nos entristece particularmente la inclusión en la cumbre de la OTAN, en Madrid, estos días, no solo de la enfermiza escalada belicista, sino la inclusión de la inmigración como alerta de una nueva amenaza, que hay que combatir con medios militares. De hecho se viene hablando de que Moncloa vincula la mayor presencia militar de EEUU en Rota con el objetivo de frenar la inmigración irregular.

Lo ocurrido en Melilla es el triunfo de las fronteras mentales y físicas, de la sinrazón, del olvido del derecho humano a emigrar. ¿Cómo se sustentará esta vieja Europa donde no nacen niños y la población es cada día mayor? ¿Cómo afrontará Europa el crecimiento demográfico de África que en unos años duplicará su población? ¿Qué resortes anidan en Europa que se abre de par en par a un grupo de ciudadanos del este mientras a los del sur se les niega el pan y la sal?

Ante lo ocurrido en Melilla recordamos los versos del poeta Deme Orte: «Europa, España, Marruecos, no os vale ese disfraz/De policías y gendarmes de seguridad. /Los derechos humanos son sagrados/Y el derecho a la vida el primero./No son muertes. Son asesinatos».

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