Opinión | IMPRESIONES

Tragedia intolerable

Inmigrantes subsaharianos amontonados tras los enfrentamientos con la Policía de Marruecos durante un intento de salto de la valla de Melilla

Inmigrantes subsaharianos amontonados tras los enfrentamientos con la Policía de Marruecos durante un intento de salto de la valla de Melilla / AMDH-NADOR

Aunque al señor presidente del Gobierno debió parecerle también inoportuna cuando dos millares de migrantes tuvieron la mala ocurrencia de abalanzarse sobre la valla de Melilla, justo mientras él trataba de escapar de las malas noticias que le depara la realidad nacional rodeándose de la flor y nata de los líderes mundiales durante la Cumbre de la OTAN celebrada en Madrid que ha sido un gran éxito diplomático. Así se desprende de sus desafortunadas declaraciones iniciales «trabajo bien hecho», matizadas luego cuando tuvo conocimiento de la treintena (?) de migrantes muertos a manos de las fuerzas de seguridad marroquíes. Una masacre. Gentes que habían cruzado el Sáhara en condiciones infrahumanas para agazaparse en los alrededores de la ciudad española a la espera del momento oportuno para lanzarse sobre las vallas que la protegen. El resultado ha sido una tragedia terrible, sin duda motivada por el deseo de Marruecos de agradecer el reciente cambio de postura del Sr. Sánchez sobre el Sáhara mostrando diligencia en el control de la inmigración irregular y pasando de fomentarla a restringirla... con la misma tosquedad y sin que luego se le hayan pedido explicaciones (!).

Vaya por delante que todo país tiene el derecho y el deber de proteger sus fronteras frente a la inmigración fuera de los cauces legalmente establecidos, tanto por razones de soberanía que le permiten determinar a quiénes deja entrar o no en su territorio, como por razones de pura lógica pues no hay estado de bienestar que pueda sobrevivir con fronteras abiertas. Sobre todo cuando esta frontera es con un país como Marruecos cuya renta per cápita es diez veces menor y que es la antesala de otros que aún tienen menos recursos. Para hacernos una idea si nuestra renta es de 27.000 dólares, la de Marruecos es de 3.000, la de Nigeria es de 2.000, la de Mali 850 y la de Sudán 600. La situación se complica más si consideramos que en solo 30 años la población mundial crecerá 2.000 millones de personas y de ellas 1.300 millones nacerán en África. Egipto crece un millón de habitantes por año y Nigeria pasará en 2050 de los actuales 200 millones a 400, más que EEUU hoy. En esas condiciones será muy difícil dar a esa gente las Tres T de que habla el Papa Francisco (Techo, Tierra y Trabajo) y eso anticipa movimientos migratorios muy grandes tanto dentro de los países que experimentarán procesos galopantes de urbanización, como hacia el exterior en busca de condiciones de vida más dignas. Hoy el 60% de la población africana carece de electricidad y son también muchos los que no tienen acceso a agua potable o saneamiento. Por no hablar de sanidad, educación o transportes. Estas duras condiciones sólo empeorarán con el impacto del calentamiento global de la atmósfera que daña más a quienes menos han contribuido a él, con el resultado de sequías y hambrunas cada vez más graves y frecuentes. La primera conclusión es que las olas migratorias sólo están comenzando e irán a más a medida que avance el siglo, y la segunda es que España está en primera fila y no puede dejar entrar a todo el que quiera porque serían millones.

No debemos engañarnos, la presión migratoria sobre Ceuta y Melilla será cada vez mayor porque cuando la gente está desesperada no atiende a razones y volverán a intentar saltar la valla. Por las buenas o por las malas. Igual que se arriesgarán a cruzar el Mediterráneo en frágiles pateras. Solo cuando los africanos puedan vivir en condiciones dignas dejarán de buscarlas en otros continentes, y después de haberles colonizado y explotado durante siglos tenemos ahora el deber de apoyarles en una tarea que nos desborda como país y que requiere que Europa en su conjunto se vuelque para ayudar a África a salir del subdesarrollo en el que se encuentra, algo que es más fácil de decir que de hacer y que lleva mucho tiempo. Por eso a corto plazo resulta imperativo sentarse con Marruecos y diseñar juntos unos protocolos de actuación que impidan la repetición de tragedias en la frontera como la que acaba de producirse, porque habrá más asaltos y no pueden terminar con más muertos. No es fácil pero se impone hacerlo porque la responsabilidad acaba siendo compartida y porque lo ocurrido es intolerable.

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