Opinión | Málaga de un vistazo

Nos quedan al menos 100.000 añadas

Coincido como compañero sigiloso en un viaje efímero de bus con una joven, imagino que terapeuta de pareja, quien mantiene desde que se sienta junto a mí una conversación telefónica abierta y sonora sobre una pregunta la cual presuntamente le plantea su interlocutora según sus respuestas: ¿Debo casarme con él? La profesional que interviene en los problemas que afectan a la unidad familiar y las relaciones entre sus miembros, sin reparar en el lleno del ómnibus y mi compañía -supongo que por celo laboral-, comienza a darle a esta mujer inmersa en una duda existencial sobre su futuro una serie de réplicas que dejarían atónito a cualquiera. Le habla de su tremendo recelo sobre la seguridad de mantener una relación que puede concluir en una senda sinuosa para el hallazgo de la felicidad. Las paradas se suceden y esta experta en duetos no deja de argumentar los inconvenientes de su decisión por si adopta la solución del «Sí, quiero». Observo Málaga en claroscuro, a través de la celosía del ventanal del autobús, sin dejar de escuchar por proximidad y volumen su insistente diagnóstico negativo sobre el planteamiento vital de su cliente. En ese corto pero intenso transcurrir, me fluye el recuerdo de una noticia en la que según científicos de la Universidad de Sofía, Bulgaria, no es probable que la Tierra sea arrojada al espacio profundo por el comportamiento potencialmente caótico del Sistema Solar durante siquiera 100.000 años. Ante mi cercano destino, le comento: «Me permite, bajo en la próxima». Esta versada en decisiones esenciales, sin dejar de hablar por el móvil, me cede paso. Bajo y me quedo vagando en la dimensión oscura de la condición humana, pensando en los frágiles que somos todos ante la percepción de nuestro devenir. «¡Sé feliz! No olvides que el caos subyace en la naturaleza», le hubiera comentado a ese corazón dubitativo. Sean felices, nos quedan al menos 100.000 añadas.

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