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Celia Villalobos y el balcón de los notables

«Nuestro orgullo de pertenencia a un espacio solamente deja de ser algo pueril y pueblerino si se sustenta en los parabienes de quienes pertenecieron a él»

Celia Villalobos, en una imagen de archivo.

Celia Villalobos, en una imagen de archivo. / L. O.

Hay que huir de las cegueras cuando de lo que se trata es de reconocer las bondades del prójimo.

Si de algo adolece nuestra ciudad es de sostener un sistema sólido ciudadano que reconozca y ponga en valor a aquellos malagueños que, ahora o en el pasado, han ofrecido perfiles notables que han favorecido a nuestro entorno.

Ejemplos miles los de quienes, por su valía personal, profesional o simplemente por su carácter, han conseguido enriquecer a Málaga de una manera u otra.

Décadas han hecho falta para conseguir que Miguel de los Reyes tuviera un reconocimiento. Eternidades pasarán hasta tomar conciencia de la valía de Garrido Moraga, que en paz descanse, y que dejaron un poso de libertad y cultura que será imborrable a pesar de los años.

Está justificada la envidia cuando se observa cómo en otros lugares de nuestra nación se toman iniciativas constantes para dar testimonio de los que fueron orgullo de sus pueblos. Balcones de notables en infinidad de disciplinas en las que la sensibilidad de quienes los reconocen deja mucho que desear por la capital del sur de Europa.

Un hombre sin raíces no es nada. Lo dijo Antonio Banderas en su extraordinario pregón de Semana Santa. Y podrían colgar en las calles de Málaga lonas de balcón a balcón con esa frase impresa. Porque, al final, nuestro orgullo de pertenencia a un espacio solamente deja de ser algo pueril y pueblerino si se sustenta en los parabienes de quienes pertenecieron a él.

Hay niveles. No todo el mundo genera el mismo fruto positivo para ni una ciudad. Diferentes valías. Distintas posibilidades y un sinfín de circunstancias hacen que todos apunten hacia el mismo lugar con armas de calibre variado. Pero el resultado es siempre el mismo y por tanto todos deben ser reconocidos.

Me gustan las ciudades en las que te topas con azulejos y placas en muchas esquinas, portales y lugares que reconocen a alguien notable. Aquí vivió fulanito que hizo tal cosa. Menganito escribió aquí su afamada obra literaria. O cuestiones más banales como una revirá histórica de un paso en Semana Santa.

Pueden parecer cosas menores. Pero para mí no lo son. Porque me hace conocer y reconocerme con los míos. Aprender. Valorar. Y de paso sentirme orgulloso.

Hace unos días comenzó una iniciativa para reconocer a Celia Villalobos. Alcaldesa de Málaga. Ministra. Y vicepresidenta del Congreso de los Diputados junto con otras muchas más cosas. Y es de aquí. Y se reconoce como malagueña. Y reporta siempre que cuadra menciones a su tierra. Y eso, bien vale su consideración como hija predilecta y poseedora de la Medalla de la Ciudad.

Celia Villalobos, como política que es, alberga la difícil y atrevida capacidad de salir a la palestra constantemente para pregonar las que ella considera que son las mejores ideas y planteamientos para el desarrollo común de un espacio mejor para la gran mayoría.

Todos sabemos que opinar públicamente y ante grandes fotos lo que uno piensa está considerado como deporte de riesgo actualmente. Automáticamente, tras la publicación de tus opiniones, pasar a ser el enemigo público número uno de numerosas personas. Y eso, se lleva en el cargo y difícilmente en el sueldo -salvo que los políticos pasaran a ganar lo mismo que los futbolistas-.

Por eso, que nuestra ciudad cuente con una política con la seguridad y fortaleza de Celia Villalobos siempre será motivo alegría. Roja entre los azules. Azul entre los rojos. Y con la seguridad de que el enfrentamiento honesto siempre consigue frutos más nobles.

Así es el perfil de quien, con el paso del tiempo, se reconoce como una persona valiente que supo capear temporales injustos y lamentables. El peso de ser mujer en un mundo que sigue comandado por hombres y en el gran partido conservador del país donde nunca hubo partidos adyacentes para albergar a los extremistas. La negativa rotunda a renunciar a su acento o sus formas a pesar de ser descalificada en una peligrosa línea entre lo simpático y la burla y desprecio al acento de los andaluces.

Y una de las personas responsables del gran cambio que daba nuestra ciudad hace ya más de dos décadas. El gobierno municipal de Villalobos fue el del túnel de la Alcazaba, el del nuevo Paseo Marítimo, el del Palacio de Ferias, el del Martín Carpena y muy especialmente el de las grandes broncas con Álvarez Cascos para que el AVE llegara a nuestra ciudad.

Los personalismos no suelen funcionar. Pero no es óbice para reconocer a alguien que planteó y pudo generar grandes mejoras en su tierra y que, además, ha sido ejemplo de valentía y libertad en momentos en los que aún no estábamos acostumbrados a poder tomarnos ciertas licencias.

Recuerdo cómo se ridiculizaba a Celia Villalobos en muchas ocasiones por el mismo motivo por el que se desprecia a la ministra María Jesús Montero.

A Dios gracias el tiempo pone a todos en su lugar. Hay quien lo llama Karma. Yo prefiero usar el concepto de la justicia divina -sin necesidad de juicio final si fuera posible-.

La cuestión es que es bueno reconocer a nuestros vecinos que destaquen, hagan buenas cosas y sean ejemplares. De todo ello tiene un poquito Celia Villalobos. También malo. Naturalmente. Pero a la vista está que, contando el tiempo que ha pasado, ya se puede asomar con la mayor de las satisfacciones al balcón de los notables de una ciudad que, a pesar del peine que no peina, reconocerá con orgullo a quien tanto quiere y admira a su tierra: Celia Villalobos.

Viva Málaga.