Opinión | La señal

Motomami en Marbella

Discoteca Marbella Opium

Discoteca Marbella Opium / EUROPA PRESS

Claro, aquí no habíamos llegado al estado de los USA, a ver, abra las piernas, suba los brazos, y te pasan el detector de metales, aquí en la tierra del fuego se tiraron a la basura todas las multas impuestas con ocasión de la pandemia y por poco nos tienen que pedir perdón, y de rodillas, los policías a quienes no llevaban mascarilla, que todo se andará, pero ahora el propietario de la disco dice que siente dolor y que cierra hasta que pueda subir la seguridad. No sabe que estas cosas pueden pasar hasta con una tanqueta en la puerta, por cierto, Adriana, la tanqueta de Ribadesella, en vez de pedir la baja por embarazo, y harta de estar harta, se va de la vicesecretaría, pero no del Congreso, que en San Jerónimo no curra y sí se puede estar, y además se cobra. Y es que los barones siempre te amargan la vida.

Pero lo que te decía, amiga mía, que no puedes ir tranquilo ni a la discoteca, y eso ya es lo último. Porque vas a celebrar, como Froilán, un poner, el cumple y se lía una película del oeste, con fuegos artificiales y todo. Y es que desde que se ha ido Olivia Valére, la reina de la noche, y a los 75, tan joven, nada es igual, por eso tengo una estampita de ella en la mesilla de noche, junto al vaso de agua tapado con ese maravilloso paño de pureza que heredé hace ya tanto... Y es que lo motomami se impone, ser motomami es una gran responsabilidad, porque hay que estar en continuo movimiento, eso dice Rosalía, que la exploración y la creatividad es de nómadas, nunca sedentarias, bueno lo dice ella, que es una autoridad en filosofía. Santa Teresa de Jesús no estaba de acuerdo, es preferible la Verdad en soledad al error en compañía, decía por lo bajito. ¿Te has enterado que Ayuso -siempre la llamamos con el apellido de la madre, matriarcado al canto, ¿y el padre qué?- ha visitado a Concha Velasco en su residencia, pues eso es mala señal, cuando se hacen esas visitas ya sabes… La gran Concha, siempre del partido de la ceja, hizo una interpretación para la TVE de la Santa sublime, como corresponde, pero eran otros tiempos... Hoy toca Rosalía y Juanma. Por ejemplo, el fantasma de Braulio se le aparece por las noches al insomne José Manuel, menos mal que De la Torre, cual caballero andante, sale a los caminos a proteger doncellas y arremete -lanza en astillero, adarga antigua- contra los malandrines y follones que pueblan esta tierra quemada de siglos y sin memoria. Pero Braulio ya no vive aquí. ¿Has visto que transmutación tan curiosa se ha operado en algunos otrora siervos?, es lo que decía Darwin, no es la más fuerte de las especies la que sobrevive, tampoco es la más inteligente, es aquella que se adapta mejor al cambio.

Pues lo que te contaba, no se puede desjoder lo que está ya jodido. Lo de Opium es muy fuerte, en realidad otro ajuste de cuentas, te echan a la calle y vuelves con la navaja y entonces se lía, la pregunta es ¿cuántas cenicientas perdieron sus tacones? Lo que me sorprendió es que un joven se quitara la camiseta para pelear, ¿le molestaba?, ¿hacía calor?, la verdad, no lo entiendo, bueno, como tantas otras cosas. Pero en cualquier guerra, lo primero, digo para ganar, es que tienes que saber en qué bando estás, y cuando no lo sabes pues ya has perdido, no lo olvides nunca, Laura.

Menos mal que no todo son pipas y balas y el reluciente metal. Por eso decía Lorca aquello de la navaja, la navaja... malditas sean todas y el bribón que las inventó. Mejor quédate con Rafa Nadal y toma decisiones dolorosas, esas son las importantes, las alegres se van enseguida, mi amor. Fíjate ese hijo que mató a su madre adoptiva, Ángeles, y la mató «sin querer», dijo, y después a la alcantarilla, epítome de la contemporaneidad. Te dejo, me llaman por el móvil, tenemos que vernos, un beso fuerte.

Jorge Manrique lo había puesto por escrito:

Los placeres y dulzores

de esta vida trabajada

que tenemos,

no son sino corredores,

y la muerte, la celada

en que caemos.

No mirando nuestro daño,

corremos a rienda suelta

sin parar;

desque vemos el engaño

y queremos dar la vuelta,

no hay lugar.

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