Opinión

Manuel Guedán

Homenajes y negligencias

En el caso de José Antonio González temo que añadirle heroicidad a su pérdida sirva para ocultar negligencias

No hace falta ser un experto en deportes colectivos para entender su mecanismo más básico, el que te permite disfrutar un partido, aunque no conozcas todo el reglamento: los que llevan tu escudo son los tuyos. El Pleno del Ayuntamiento de Madrid aprobó ayer darle el nombre de José Antonio González a un parque de la ciudad. José Antonio González murió el pasado viernes, a causa de un golpe de calor, mientras limpiaba las calles, empujando un carrito que lleva el escudo de Madrid. Y, sin embargo, el alcalde se apresuró a aclarar que no era responsabilidad del consistorio, es decir, que José Antonio González no era de los suyos. De los nuestros.

Hay muchos motivos por los que José Antonio González merece un parque en Madrid, pero intuyo que se lo conceden por el único que no es justo. Por una entrevista a su hijo en El País, supimos que nació en un pueblo de Badajoz y que se vino a Madrid a ganarse la vida; trabajó en una frutería, con el tiempo llegó a quedársela y la tuvo que cerrar por la crisis; luego trabajó en una cadena de supermercados, de donde le despidieron de manera improcedente; y finalmente recaló en Urbaser, una subcontrata de limpieza, donde encadenaba contratos cortos. Es decir, que pasó por todos esos empleos que en la pandemia se consideraban heroicos. José Antonio González merece un parque en primer lugar porque contribuía a limpiarlos y en segundo porque ha tenido que trabajar más horas y en peores condiciones que la mayoría del resto de nombres que pueblan nuestras calles, y no digamos ya que los que tienen estatua.

Pero me da rabia que se la den por haber muerto trabajando, porque eso no es una heroicidad suya, sino un imperdonable fallo del resto: de su empresa, que solo después de su muerte ha aceptado suprimir el turno de tarde; y de un alcalde que considera que el escudo solo sirve para besárselo cuando gana, y no para cuidar a los que van perdiendo.

Una ciudad es mucho más que su gobierno, y por eso es un gesto noble que se decida conmemorar con la muerte de un trabajador municipal. Pero, al mismo tiempo, una ciudad sí que es un poco su gobierno y el gobierno de Madrid no ha estado a la altura. Dicho de otra forma, José Antonio González merece un parque porque, como a tantos, el centralismo, la crisis, las reformas laborales y el calentamiento global le privaron de elegir su destino. Lo que dudo es que el Gobierno de Madrid tenga legitimidad para utilizar su nombre. Flota en mi cabeza una pregunta: ¿querría usted que su nombre colgara en una placa de la ciudad que no supo cuidarle? Desafortunadamente, no podemos saber su respuesta.

Seguramente, a estas alturas es mejor recordar a este trabajador con un parque que no hacerlo. Si sirve para preservar la memoria de lo que no debió pasar y restañar en algo el dolor de los suyos, bienvenido sea. Pero temo que añadirle trazas de heroicidad a su pérdida, sirva ocultar la negligencia de quienes nos supieron velar por su salud a tiempo, como se deja ver en las palabras con las que la vicealcaldesa Villacís respondía al hijo: «Tu padre ha evitado que haya otras familias que vivan esta misma situación». Y es cierto, solo que ese no era su trabajo, sino el de quienes hoy le homenajean.

Suscríbete para seguir leyendo