Opinión | Notas de domingo

Medusas y tartar

Una gran medusa en el rebalaje de una playa de Málaga.

Una gran medusa en el rebalaje de una playa de Málaga. / L. O.

Lunes. El fastidio de las medusas. Sería un buen título para una novelita de verano. Una fila de bañistas teóricos examina la orilla y mira la mar con deseo. Hace un calor descriptible y lacerante. Playa concurrida. Nadie en el agua. A lo lejos, lanchitas, hidropedales, motos de agua, surferos. Unas chicas esgrimen un túper para tratar de cazar alguna. Un señor se ha procurado un palo con el que golpear el oleaje. Los niños miran curiosos. Unas señoras entablan tertulia sobre los remedios en caso de picadura. Volvemos a la toalla. Las medusas no sabemos si se van a ir pero en cuanto se disperse el orillado gentío nos daremos un chapuzón. Chapuzón inconsciente pero prudente, rápido. Antaño llamaban a las medusas «aguavivas». Aguaviva, término bello, en desuso, retro.

Martes. Marbella está bulliciosa y el centro es un ir y venir, un gentío, terrazas llenas, toallas en los balcones. La primera cerveza, muy caída la tarde, sabe a recompensa y es trago rápido, que el reloj aprieta. Caminamos. Parque de la Alameda, Feria del Libro. Marga Blanco presenta ‘La puerta de mi casa’ (editorial Sonámbulos), libro que el presentador, el gran Alejandro Pedregosa, describe como libro de amor. No solo a la pareja. «A la familia, a la vida, a la playa, a la naturaleza y a tantas cosas». Acto poético en Marbella en agosto: lleno. Veo a los amigos de siempre, a escritores, parientes, conocidos. A mi editor; hay reencuentros y miradas, abrazos y complicidades. Marga está radiante y lee algunos de sus poemas, que nos iluminan. Tomamos luego el Casino casi por asalto gracias a uno de sus más ilustres socios, Carlos Díaz Ballesta, y nos enseñoreamos en una mesa amplísima y muy poblada a festejar, cenar y hablar. Saltan por los platos adjetivos y calamares, vuela el vino y llueven boquerones, argumentos y recuerdos. Se cuentan hazañas, proezas paternales o literarias, enfermedades superadas y hasta recetas de ensaladilla rusa. Pedregosa nos habla de la fascinante historia de su próxima novela, que trae españoles en Francia y vidas achampanadas. Los también escritores Felipe Mora y Francisco Sempere (‘Turbio invierno en Marbella’) comparten proyectos novelísticos, vitales o viajeros -el sugerente Nantes aguarda a Felipe en unos días-, mientras niños hacen piruetas en los sofás del salón y el olor a tinta no lo proporciona ningún calamar. Finalmente, a la salida, besando ya la madrugada, Marbella refulge nocturna y señorial. Delante de mí y en mis recuerdos.

Miércoles. Que te pinten la casa y otros suplicios. Tras un par de días fuera, nos plantamos ante la puerta cruzando los dedos y esperando la sorpresa en forma de desorden que puede aguardarnos. Mi hijo exclama, neologismo al canto: «Os han pintado la habitación de un color malardo».

Jueves. Contraviniendo mis propios códigos de elegancia, voy en bermudas, camiseta y casi chanclas. A la radio. Agosto, 8.30 de la mañana. Fantaseo con oyentes que escuchan mi voz desde la cama o dándole un sorbo al café en la paz de sus hogares. Tanto fantaseo que se me va el santo al cielo y casi se me pasa el turno de palabra en la tertulia cuando están hablando de Macarena Olona. No creo que la ciencia política se resienta por mi corta intervención en este asunto. Con lo de la crisis de Taiwán me veo más cómodo. Dónde va a parar. Respecto al desabastecimiento de hielo estoy a punto de decir que se ha convertido en un problema elevado al cubito.

Viernes. Hay que volver siempre a Frutos. Saludo a un exministro y encargo su legendario steak tartar. En la sobremesa, planes viajeros.

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