Opinión | Viento fresco

Cansancios

El verano invita a tumbarse y a veces eso es mucho esfuerzo.

El verano invita a tumbarse y a veces eso es mucho esfuerzo. / JORGE GIL-EUROPA PRESS

Cada día tengo más cosas que no hacer. No tengo ganas de nada y con este calor menos. Echarle la culpa al calor es socorrido, aunque entran ganas de pedir socorro. Veremos si en otoño aumentan las ganas de algo o gana la desidia. La desidia es lo más activo que tenemos a veces. La apatía también viene por estas fechas a casa de vacaciones. Apatía suena a señora mayor de Granada que te toca algo. Con todo, tengo muchas ganas de no tener ganas de chistes machistas, pinchapapas del demonio, pelmas intermitentes, tiralevitas de estío, cansinos a toda mecha, envases de café imposibles de abrir, anuncios de alarmas que te meten miedo y temor. No tengo ganas de la leche que arde, de pantanos vacíos, serpientes de verano, ayusadas al atardecer y tostadas que se queman. A lo mejor es que está uno falto de rutina. La rutina ordena el mundo y la mente y te ahorra pensar. Me gusta la rutina a condición de que no se repita. Rutinas en cadena. La rutina es como la monogamia. Es lo que es pero no tiene que ser para siempre. Nos hacen creer que la vida es más un martes por la tarde que un sábado por la noche pero también nos habían hecho creer que nuestro mundo es seguro y confortable y pareciera que estamos a punto de estallido.

La gente coge este verano como si no hubiera un pasado mañana, vive, gasta, viaja y se moja para evitar el ruido de los agoreros, que traen mal fario, previsiones cenizas y anuncios de apocalipsis y desempleos. Que nos quiten lo nadao. Está uno cansado a estas alturas, y aunque fueran bajuras, de los lunares inopinados y repentinos, de la vista cansada, el aftersun baratuno y la arena de los zapatos, que no se va. Cansados del llame usted mañana y del enseguida le atiendo, cansado del refranero pilonero, de las novelas mal acabadas y del hamaquero mustio, la paella con chorizo y la cerveza calentona. Nada que no arregle un reparador descanso, que atina el entendimiento y hacer ver con ojos optimistas la realidad. Ya queda menos.

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