Opinión | En corto

Muerte lenta de las carreteras

Tras casi década y media de abandono, las carreteras españolas han alcanzado el curioso estatuto de esas personas cuya edad, con los deterioros propios de los años, se ha vuelto indefinible. Pavimentos rugosos, grietas, rebacheos a base de remiendos, incluso limitaciones de velocidad a la medida del propio colapso del asfalto (el colmo de la indolencia). El citado estatuto procede tanto de esa realidad física, como de la asunción de ésta por los usuarios, que transitan por ellas como si no pasara nada, sin protestar siquiera. La indolencia es así: un estado del alma en el que las cosas ya no duelen. Las carreteras, simplemente, han dejado de estar en las agendas, tanto de los gobiernos como de su oposición. El déficit acumulado en la red es brutal, pero no aflora a las cuentas públicas. Asumido que no hay forma de financiarlas, nos acercan lentamente al tercer mundo.

Suscríbete para seguir leyendo