Opinión | Lavidamoderna Merma

La Feria de la esperanza

La Feria de la esperanza.

La Feria de la esperanza. / L. O.

No sé los años que llevo escribiendo en este periódico. Y no son dos ni tres. Pero lo que sí recuerdo con bastante precisión es que, año tras año, la Feria de Málaga ha sido uno de los temas sobre los que, probablemente, más haya escrito. Y siempre con un nivel de crítica importante. Hemos vivido una década -o más- en la que la Feria de Málaga ha ido sufriendo un avanzado estado de descomposición. Una amalgama de fiestas impersonales, de un estilo más que cuestionable y con un formato insostenible. Tanto es así que, hasta la propia ex alcaldesa de nuestra ciudad, Celia Villalobos, declaraba hace unos días que la Feria del Centro se ha convertido en un botellón gigante.

Y no se equivoca. Hace mucho tiempo que el concepto simpático y desenfadado de la Feria del Centro dejó pasó a una cosa extraña, dañina y negativa para la ciudad. Ni si quiera para muchos de los hosteleros que, al llegar estos días, solían cerrar sus puertas para evitar hordas de merdellones, tickets medios muy bajos y orines en la puerta.

La situación era insostenible y el posicionamiento de la ciudad durante el verano en el plano hotelero y turísticos estaba convirtiendo esa semana de agosto a la ciudad como foco de jóvenes de media Europa en busca de un segundo round de los Sanfermines en chanclas y bañador. La Feria en el Real, por su parte, se encontraba en una situación compleja y extraña. Las casetas, incomprensiblemente en manos de entidades moribundas como son la mayoría de las Peñas, eran subarrendadas a terceros para trasladar en ellas situaciones sin el más mínimo estilo, falto de contenido y sin vínculo alguno con la ciudad y sus gentes.

Quizá en este punto sería bueno analizar de dónde viene este problema que hacía que nuestra feria no estuviera bien. Y no tengo claro si fue antes el que decidió hacer caja con la feria y así cargársela o sucedió que la feria estaba muerta y se decidió aprovechar el asunto y ganar dinero.

Pero es curioso. Y en parte no lo comprendo. Y es que en el resto de ferias, fiestas o romerías que he podido conocer, por lo general las gentes de ese lugar se centran en disfrutar, pasárselo bien y consumir esas fiestas. Sin embargo en Málaga, en muchos casos, se pasan bien pero siempre con una idea endosada de hacer caja con el tema.

Los bares y discotecas hacen doblete y montan casetas que, en algunas ocasiones, se convierten en negocios sin escrúpulos donde llegan a cobrar entrada para poder acceder a ellas. Las cofradías, hermandades y entidades similares solían montar unas performances gigantes donde te encontrabas a la gran parte de la gente con camisetas de propaganda, haciendo montaditos y sirviendo copas con el sudor empapando sus cuerpos para sacar buenos dineros para su corporación. Lo mismo con algunas peñas o asociaciones. Ganar, ganar y ganar. Como Luis Aragonés.

Pero... ¿Y la Feria dónde queda? ¿Por qué no se dedica la gente a disfrutar y celebrar los días grandes de su tierra con los suyos? No lo sé. Pero en Málaga no sucedía. Por eso dudo al no saber si el origen del problema es la falta de empatía de la gente con su modelo de Feria y por eso se dedicaban a explotarla económicamente o era que el modelo de sacar dinero como sea el que acabó reventando el formato.

La cuestión es que da la sensación de que la cosa va cambiando. Y a mejor. Las hermandades y cofradías han sabido reciclar el formato, que sean profesionales los que den de comer y beber y que sea la propia fiesta, la unión de hermanos y amigos la que haga caja para poder rentabilizar -de paso- la Feria de tu tierra.

Ejemplo similar, y sin duda más positivo, está siendo la marcha del público local de la Feria del Centro de manera progresiva. Eran varios los amigos hosteleros del Centro que no reconocían prácticamente nada de público local en el Centro. Y sin embargo el Real iba recogiendo poco a poco a esas personas que, con toda la lógica y razón del mundo, deseaban pasar un buen rato rodeado de los suyos y no de grupos de despedidas de soltero, soltera y soltere.

Tampoco ayuda ese ambiente chungo a que las mujeres que lo desean se vistan de flamenca. Y ahí está el Real de la Feria de Málaga. Durante años de brazos cruzados hasta que cayera la noche para recibir a gente y que en esta ocasión ha visto que el nuevo modelo funciona. Los árboles están creciendo, las casetas se adaptan a la temperatura, los grupos privados de amigos hacen sus eventos, almuerzos y encuentros en sus casetas cómodas, bonitas y bien preparadas. Casetas, por cierto, explotadas por caseteros y empresas de catering que viven de eso durante el año y saben hacerlo bien.

Queda muchísimo por hacer. Es cuestión de tiempo y de educar el paladar. Y que los últimos resquicios de cosas buenas en el Centro asuman que es el momento de cambiar de escenario. Y que regresen las buenas casetas de las entidades y organizaciones. Y las de grupos de amigos. Con sus espacios bien cuidados y decorados. Con los señores bien vestidos, las mujeres de flamenca -o no- pero arregladas.

Que ganar dinero está muy bien. Pero de la misma manera que uno intenta estar en Nochebuena con los suyos, o en cualquier feria de Andalucía, o en El Rocío o una noche de Carnaval, tenemos la obligación de comenzar a creernos que la Feria de Málaga va por el buen camino. Que el Centro es cosa de turistas y acabará muriendo. Y que en el Real está el futuro de unas fiestas con una reputación muy tocada y la definición cogida con alfileres. Pero ha quedado demostrado que, si te pones, algo consigues. Y se está alcanzando el principio de un objetivo. Está costando trabajillo. Y hay mil cosas raras. Pero se visualiza una mejora importante en los próximos años. Y lo mejor, se comienza a escuchar algo esperanzador: grupos de amigos que quieren tener una caseta. Vamos por buen camino.

¡Viva Málaga!

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