Opinión | En corto

La economía de la ira

Aguardando en la playa una barca para pasar la ría, un niñito de ojos alegres juega con lo que sea, unas piedras, un palito, una concha, la simple arena, y sus padres le reprenden a cada poco, hasta hacerlo llorar. ¿Habrá segregado su sistema endocrino una dosis de ira?, ¿dónde irá a parar? Un adulto se ha alejado de la cola para reñir bien por teléfono con su pareja. Llegan advertencias, luego amenazas, en tono educado pero fuerte. Sería simplista decir que es el mismo niñito ya de mayor, pero ¿de dónde le viene tanta ira?, ¿solo del episodio con su pareja? En Alemania se pronostica un «invierno de la ira» debido a las carencias de gas y a la crisis, pero la incubación siempre es mucho más lenta, tal vez un proceso acumulativo que se va realimentando. Sabemos poco de la economía de la ira, por eso siempre nos sorprende cuando estalla. Es lo que faltaba para el duro, si lo hace.

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