Opinión | Tribuna

Los trajes de Isabel II

La manera de vestir, los sombreros y los colores llamativos de los trajes que llevaba Isabel II la convertían en una mujer de estilo único

Tony Blair e Isabel II, en una imagen de archivo.

Tony Blair e Isabel II, en una imagen de archivo.

La información relacionada con el fallecimiento de la reina y su sucesión, las reacciones de los ciudadanos británicos, europeos y mundiales, las conexiones en directo y programaciones especiales de todas las cadenas televisivas y radiofónicas me ha resultado intensa. A pesar de que su talante y carisma fueran innegables y los valores que su figura representaba incuestionables, he acabado saturada. The Crown convirtió a Isabel II en nuestra monarca más conocida y logró que la prestancia, elegancia y sofisticación fuesen virtudes deseables por el pueblo llano. La manera de ser de un aristócrata español suele dejarme impasible, la de un británico jamás. Tienen un no sé qué indescriptible, como indescriptible era el estilo de Isabel II. Su forma de vestir, los sombreros y los colores que usaba no podían catalogarse de elegantes, pero tampoco de horteras. No podías definirla como histriónica, pero tampoco discreta. Era genuina y ser genuina en algún aspecto no es tarea fácil. He pensado sobre ello estos días, sobre los atributos y actitudes que, en mi opinión, hacen que una persona sea especial.

Hacer reír. El humor fino, inteligente, transgresor y con un punto políticamente incorrecto. La capacidad para reírse de uno mismo y de casi todo. Es decir, ser un Monty Python. La valentía de las niñas que no visten de Shein y no aparentan ser adolescentes hipersexualizadas y la de los niños que no se peinan con el flequillo hasta las cejas. Los que son capaces de ir contra la corriente estética mayoritaria, y más a ciertas edades, son mis héroes. Gabriel Plaza, el joven que sacó la mejor nota de selectividad en la Comunidad de Madrid y que decidió estudiar Filología Clásica, a pesar de las críticas que le llovieron. Admiro que dijera que era de humanidades hasta la médula. Podría haber dicho que él era más del metaverso y de la inteligencia artificial, pero eso no lo habría convertido en poco convencional. Me gustan las personas a quienes la pasión por algo atraviesa su espina dorsal. Javier Marías defendía la escritura y la traducción de esta forma. Un autor único. Una gran pérdida.

Ser capaz de lograr buenos resultados con pocos recursos. Los cocineros que te hacen un platazo con unas cuantas verduras y cuatro restos. Un buen caldo, una tortilla francesa, unas sopas mallorquinas. Los escritores que encuentran "el lugar" y la perspectiva desde los que contar una historia y convierten una trama y emociones comunes en grandes piezas. Vaya, ser J. D. Salinger y escribir ‘El guardián entre el centeno’. Saber disfrutar desde la sencillez. La buena educación y un optimismo vital moderado, racional e inteligente, si es que todo eso es posible, son atributos que, definitivamente, hacen que una persona sea única.

La estética de Isabel II contrastaba con la frialdad que se le presumía al cargo. Pensamos que alguien que ostenta poder, influencia y relevancia nacional e internacional debería vestir como si presidiera una multinacional eléctrica o el Banco Central Europeo y, sin embargo, ella, en más de una ocasión, se vestía como si fuera a interpretar el papel de la prima inglesa de ‘Las chicas de oro’. Por cierto, tener prejuicios está en el polo opuesto de ser genuinos y, por cierto también, el estilo del rey Carlos III no nos dará tantos buenos momentos.

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