Opinión | 360 grados

Las guerras tienen su lógica propia

Las guerras tienen su lógica propia, difícil siempre de prever, y la de Ucrania no debería ser una excepción.

Pero como dijo ya el gran teórico militar Carl von Clausewitz, el nacionalismo, y de eso tiene mucho lo que sucede allí, puede llevar a las guerras a su forma más extrema.

Esto es algo que nos recuerda el profesor de ciencia política de la Universidad de Chicago John J. Mearsheimer, representante de la escuela «realista» de esa disciplina.

Mearsheimer, que se ha mostrado desde el principio partidario de un acuerdo negociado entre Kiev y Moscú, cree que no existe, sin embargo, actualmente espacio para el compromiso.

No es probable, explica, que Rusia acepte devolver a Ucrania todo o incluso parte del territorio conquistado: la animadversión a Kiev de los separatistas filorrusos es hoy mayor que nunca.

A su vez, ni Kiev ni EEUU, país de cuya ayuda militar depende cada vez más el gobierno de Volodímir Zelenski, parecen dispuestos a aceptar la futura neutralidad de Ucrania.

Unos y otros están convencidos de su victoria en el campo de batalla: animado por la ayuda militar norteamericana, Zelenski sueña con recuperar el territorio perdido mientras que el presidente ruso, Vladimir Putin, se muestra a su vez seguro de su victoria.

Aunque formalmente no estén implicados militarmente en ese conflicto, EEUU y algunos de sus socios de la OTAN llevan tiempo formando a militares ucranianos en la propia Ucrania.

Al mismo tiempo Washington suministra a Ucrania información vital para la destrucción de los principales objetivos militares rusos.

Según el diario The New York Times, la OTAN mantiene una red clandestina de espías en el territorio ue ese país.

Por todo ello, algunos gobiernos de la OTAN como el británico, especialmente beligerante frente a Rusia, parecen convencidos de que Ucrania está en condiciones, si le siguen llegando armas de Occidente, de derrotar a Rusia.

Armas como los sistemas ligeros de lanzamisiles HIMARS o los misiles portátiles antitanques Javelin, también norteamericanos, que han demostrado su eficacia frente al ejército enemigo.

Como explica Mearsheimer, si EEUU vetó en un principio el envío por Polonia a Ucrania de cazas MIG-29, de fabricación soviética, últimamente no parece objetar a que lo haga Eslovaquia.

El peligro, señala el profesor de Chicago, es que se produzca una escalada bélica de consecuencias imprevisibles por el temor de cualquiera de las dos partes a perder la guerra.

Supongamos, explica el politólogo norteamericano, que EEUU no viese más remedio para salvar a Ucrania de una derrota segura que declarar allí una zona de exclusión aérea, algo que no ha hecho hasta ahora por temor precisamente a una escalada.

O imaginémonos también por un momento que, gracias al armamento suministrado por los países de la OTAN, Ucrania siguiera avanzando y se dispusiera incluso a reconquistar Crimea. ¿Recurriría en ese caso Moscú a su arsenal nuclear?

Es muy difícil, por no decir imposible, saber cuál es la estrategia rusa hasta el punto de que hay quien, como un jefe militar estadounidense apodado Marinus, ha puesto en duda la versión occidental sobre la retirada rusa del entorno de Kiev, atribuido por la OTAN a un fracaso estratégico.

En un artículo aparecido en una publicación del Cuerpo de Marines ( Marine Corps Gazette), ese militar jubilado considera que el cerco inicial a Kiev fue en realidad una hábil maniobra de distracción rusa que le sirvió para consolidar mientras tanto sus posiciones en el sureste de Ucrania. Podemos o no creérnoslo.

Uno ha de ser escéptico dado lo que sucede también ahora con la contraofensiva ucraniana y la consiguiente huida de los rusos de la que hablan todos los medios.

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