Opinión | Marcaje en Corto

A la carrera en patinete, como deporte de riesgo

Faltan días para que acabe este atípico verano. Inusual por ser el primero sin restricciones después de la primera pandemia en un siglo, por la extrema sequía que tiene a todo el país en jaque, casi sin reservas hídricas, y, sobre todo, por un conflicto bélico que ha desangrado a Ucrania y que aventura un invierno especialmente frío, por la inflación, en la Vieja Europa.

Va asomándose el otoño, con sus hojas caídas, promesas de bosques de cobre en Parauta y cualquier otro pueblecito del Genal en el que detenerse y detener el tiempo. Pronto apetecerá menos el baño en la playa, aunque la Aemet promete un trimestre seco y cálido. Con todo seguiremos practicando deporte al aire libre, sacando pecho por esta Costa del Sol de días luminosos y oportunidades infinitas.

Hace algo menos de un año dediqué estas mismas líneas a hablar de patines, marcas a pie en atletismo y, de pasada, recordé que seguíamos sin regulación para los patinetes eléctricos. Han transcurrido 11 meses y no sólo es que sigamos prácticamente igual en esta materia. Lamentablemente, tenemos en España cinco nuevas víctimas mortales como consecuencia de accidentes viales con patinetes implicados en ellos.

En aquella entrega de este Marcaje en Corto bromeé con que no tenemos ni regulación para estos biciclos eléctricos ni competiciones regladas, con vocación de poder ser algún día disciplina olímpica aunque fuese de exhibición. Decía que algunos siguen entrenando de manera temeraria, pero la broma ya no tiene ninguna gracia.

En los últimos 20 meses han fallecido con algún patinete eléctrico como terrible protagonista la friolera de 18 personas. Fueron 13 durante el pasado año, a las que añadir las cinco que se han registrado desde enero pasado, como ha publicado esta pasada semana la Fundación Mapfre y Cesvimap a través de un exhaustivo informe.

Las muertes impactan. Pero personalmente pienso también en las víctimas graves, que fueron hasta 83 en estos casi dos años. Muchos de ellos puede que se encuentren aún en plena rehabilitación y, con absoluta seguridad, a algunos de estos accidentados les ha cambiado la vida para siempre.

Me llama especialmente la atención que para desarrollar ese informe se haya tenido que recurrir a las noticias. No existe, repito, no existe, ni reglamento ni estadística oficial sobre la siniestralidad de estos vehículos tan frecuentes en nuestras principales avenidas, calles y plazas.

No tiene ni pizca de gracias que el progresivo incremento de las muertes con o por patinete. De cinco en todo 2019 se pasó a seis en el año del confinamiento. De ahí a las 13 víctimas mortales en 2021, de las que 11 fueron hombres. En cinco casos la causa fue una caída contra la acera o un bordillo, en otros cinco hubo colisión entre patinetes y otros tres casos fueron por atropellos.

Las víctimas por esta última causa rozaron siempre los 80 años de edad. Dos fueron mujeres de 78 y 79 años, como refleja ese informe recién divulgado en estos últimos días, y hubo un varón de 79 años que también perdió la vida.

A estas alturas y con un dato esclarecedor determinante, como resulta que el 82% de los casos graves arrojen un traumatismo craneoencefálico, nos preguntamos por qué en la última reforma de la normativa de Tráfico se incluya la obligación general del uso del casco, sin que se especifique dónde ni en qué casos concretos.

Es decir, el artículo 47 de la normativa ya en vigor, al que nos hemos dirigido, habla de obligatoriedad «en los términos que reglamentariamente se determine». Y por desgracias, a las puertas de otro fin de año, seguimos sin un reglamento de la DGT que pueda servir de protección a esos ancianos que, como personas muy vulnerables, terminan por sufrir las peores consecuencias en caso de atropello.

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