Opinión | 360 GRADOS

Competencia fiscal suicida

Parece que el ejemplo del PP madrileño, el que preside la cada día más trumpiana Isabel Díaz Ayuso, se está imponiendo en aquellas autonomías en las que gobierna ese partido

Moreno y Ayuso en Cotobade (Pontevedra).

Moreno y Ayuso en Cotobade (Pontevedra). / CÉSAR ARXINA.

Hay momentos en los que lo que sucede en la política nacional es tan irritante desde el punto de vista de la justicia social que le mueve a uno a dejar por una vez la atalaya desde la que observa el acontecer allende los Pirineos para centrarse en lo que ocurre en nuestro ruego ibérico.

Me refiero al anuncio por el presidente de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla, de eliminar el impuesto sobre el patrimonio, que beneficia a un ínfimo porcentaje de quienes allí viven en claro detrimento de la gran mayoría de su población y por tanto de la cohesión social.

Y para añadir sal a la herida, o “insulto a la injuria”, como se dice tan expresivamente en inglés, al político del PP no dudó en invitar acto seguido a los inversores catalanes a establecerse en Andalucía, “orgullosa parte de España, de la que no nos vamos a independizar”. Sigamos enfrentando a territorios.

Parece que el ejemplo del PP madrileño, el que preside la cada día más trumpiana Isabel Díaz Ayuso, se está imponiendo en aquellas autonomías en las que gobierna ese partido, pues se anuncia algo similar para Castilla y León: prosperidad de unos pocos en lugar de bienestar colectivo.

De nada sirve, al parecer, argumentar que, tras una sucesión de gobiernos tanto populares como – justo es reconocerlo- también socialistas, España sigue siendo uno de los países europeos con una presión fiscal más fiscalidad más baja – siete puntos menos que la media de la UE - y al mismo tiempo más injusta.

Aquí parece imponerse la idea de lo que los norteamericanos que la inventaron llamaron “trickle down economics”, la economía del goteo, según la cual rebajar impuestos, sobre todo a los ricos, beneficiará al conjunto de la sociedad, que tendrá más dinero en el bolsillo para gastar en lo que le dé la gana.

Una doctrina, impulsada en su día por el presidente Ronald Reagan y la primera ministra británica Margaret Thatcher, que ha hecho que ambos países figuren actualmente entre los más desiguales del mundo que seguimos llamando “rico”.

El objetivo está claro, se trata de recortar el gasto público con el consiguiente e inevitable deterioro de los servicios públicos, que hará que cada vez más personas no vean más solución que recurrir al sector privado.

Y sólo la ignorancia o la miopía política de muchos, manipulados por cierta prensa, determinados tertulianos o la intoxicación de los mensajes anónimos en las redes sociales, hacen que muchos no vean adónde lleva esa insolidaria competencia fiscal a la baja entre comunidades.

Competencia desleal que se ha dado también entre los propios países de la Unión Europea y que ha sido oportunamente denunciada por beneficiar sobre todo a las grandes multinacionales, muchas de ellas estadounidenses, que han establecido su sede fiscal en Irlanda, Holanda u otras partes, para rebajar sus impuestos hasta extremos casi ridículos.

Lo que se propone con medidas como las que llevan ya tiempo practicándose en Madrid y que ahora se anuncian para Andalucía conduce de modo inevitable a “la ley del más fuerte”.

Y mientras la derecha se dedica a aplicar esas ´recetas de puro darwinismo económico allí donde gobierna, la izquierda´, aquí y en otras partes, se pierde en disquisiciones sobre ideología de género.

No es de extrañar lo que ocurre, por ejemplo, en un país tan similar en muchas cosas al nuestro como Italia, donde la líder de la ultraderecha nacionalista de Fratelli d´Italia, heredera de la posfacista Alleanza Nazionale, puede convertirse en próxima jefa de Gobierno.

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