Opinión | Artículos de broma

Ahorre consumiendo

Abel Caballero.

Abel Caballero. / MARTA G. BREA

Conciliar la vida laboral y la familiar es más fácil que conciliar el ahorro en una sociedad de consumo. El ahorro que se lleva este otoño invierno es el de evitar consumo energético, pero con moderación para no arruinar a una parte de la sociedad. La energía está en todo, de ahí la lucha para que ahorremos en lo tuyo mejor que en lo mío.

El ahorro se consigue con una suma de pequeñas decisiones de consumo y cada una de ellas puede ser cuestionada calificándola como «el chocolate del loro», que alude a prescindir del más nimio de los gastos. El chocolate del loro es un gran astringente del ahorro, que acaba por no salir o, al menos, no a tiempo.

En este invierno toda Europa estará apagada para ahorrar energía… ¿Toda? ¡No! Una ciudad portuaria regida por un irreductible alcalde resiste, todavía y como siempre, con las luces de Navidad encendidas. Abel Caballero, que invoca a Putin para que no se rompa la noche y el apagado festivo sea una victoria del enemigo, se explica en esta frase con más sosiego: «La Navidad genera un estado de ánimo que favorece la economía y se consigue sin un gasto eléctrico reseñable».

Por el chocolate del loro, toda la familia merienda feliz. Con un poco de gasto eléctrico se logran un beneficio grande para el comercio y la hostelería, una imagen de la ciudad y un relato de alcalde que, como el Gordo, se empieza a vender y publicitar a mitad de año en toda España. A la especie humana le enciendes la luz y sale a comprar objetos que se envuelven en papeles de colores con lazos sedosos. Ahorremos en lo tuyo mejor que en lo mío.

Es difícil distinguir cuándo uno es económico y le va bien como Abel y cuando lucha por una causa como Caballero. Más desde el Sur de Europa que tiende al gozo sensual frente al Norte que prefiere la mortificación de la austeridad. En un ejemplo nada astringente: no es lo mismo gastar menos papel higiénico que reintroducir en el mercado y las entretelas el áspero y picudo de la marca «Elefante», anterior a la caricia de la celulosa. Ya veremos. Con luces.

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