Opinión | Crítica musical

Legado vivo

Málaga. 30-09-2022. Teatro Cervantes.

  • Solista: Adolfo Gutierrez Arenas, cello.
  • Dirección: Rune Bergmann.
  • Programa: Concierto para violonchelo y orquesta en Si menor, op. 104, de A. Dvorak y Novena sinfonía en Do mayor D. 944, “La Grande”, de F. Schubert.

El segundo abono de la Temporada de Conciertos de la Filarmónica de Málaga sin pretenderlo tuvo ese componente amargo de la despedida y de reconocimiento a quien fue el primer gerente del conjunto sinfónico de la ciudad. Incansable soñador de una Málaga pensada desde los ventanales de la cultura, Carlos de Mesa fue ese gestor que supo cambiar el color gris de una ciudad y sobre todo materializar una meta crucial como sería crear en una doble carambola dos instituciones que hoy son imprescindibles e incuestionables como fue despejar el horizonte de lo que es hoy el Teatro Cervantes y la entonces Orquesta Ciudad de Málaga y que permitió, entre otros milagros, que Málaga pueda contar hoy con una Temporada regular de Conciertos y Lírica capaz de competir con otros espacios escénicos nacionales. Málaga tiene una deuda con Carlos de Mesa que ni tan siquiera el último adiós excusa el justo reconocimiento que la cultura de esta ciudad debe a la figura de Carlos de Mesa.

Para este segundo abono de temporada la Filarmónica reservaba la visita del director noruego Rune Bergmann que volvió a demostrar el magistral sentido del pulso de este director completísimo capaz de convertir las dos páginas del gran repertorio, protagonistas de este segundo programa, en un legado vivo, con sentido técnico y artístico de primer orden y donde los equilibrios establecidos entre profesores, solista y batuta conformaron un todo orgánico en contínua evolución tanto en dinámica, como en discurso. Discurso precisamente que al entrar en contacto con el oyente marca la diferencia entre ejecución aceptable y la interpretación vibrante y convincente.

Si en febrero del dieciocho Adolfo Gutierrez nos visitaba con su versión del concierto para cello de Elgar, para este pasado abono volvía sobre otra gran página del repertorio como es el Concierto para violonchelo y orquesta en Si menor, op. 104, de A. Dvorak en el que nuevamente insufló a la partitura del compositor bohemio intimidad y claridad expositiva sin convertir los contínuos pasajes virtuosos en una simple sucesión de obstáculos a superar. Lectura estructurada y contenida del concierto de Dvorak asentada en los numerosos diálogos entre atriles y el cello de A. Gutierrez y rematados por el hilo argumental dibujado por la batuta de R. Bergmann. No es ninguna casualidad que el chelista español se encuentre en el podio de los adalides nacionales del instrumento.

Tras el descanso R. Bergmann y OFM se adentraron en una de las sinfonías de referencia del repertorio, La Novena de Schubert. Partitura que debió esperar desde su redacción pacientemente su reconocimiento. Articulada en cuatro secciones Bergmann supo extraer de los atriles momentos de incuestionable factura artística gracias a unas maderas iluminadas reforzada por los bronces del conjunto sin olvidar el trabajo de las cuerdas conformando, de este modo, una unidad sonora equilibrada en empaste y consecuentemente rica en matices en la emisión. Destacar el especial cuidado del tempo lento de la sinfonía y el delicado scherzo antes de abordar la chispeante conclusión con sentido orgánico hasta conformar un discurso musical que recibiría la unanimidad del auditorio.

Suscríbete para seguir leyendo