Opinión | En corto

Santa Marilyn, mártir

Hacer de Marilyn solo otra víctima de la violencia sexual fruto del sistema machista tiene el problema de que el aura martirial apaga la de la luminosa estrella que fue, sin la que no existiría el mito (ni se habría rodado Blonde). Los autores de esta versión de Marilyn no han entendido que en ella dolor y oscuridad debieron de coexistir con su inmensa luz. La voluptuosidad, otro atributo de la estrella, tampoco cabe en la bellísima y mínima Ana de Armas, que parece buscada de propósito para ayudar a la victimización. Con todo, y pese a desvaríos patéticos (como las psicofonías del padre de Marilyn y sus hijos nonatos), se trata de una obra poderosa, con partes o secuencias magníficas, imagen, plástica y banda sonora portentosas y una aceleración en su último tercio, cuando la enajenación del filme y la de Marilyn se funden, que a poco que uno se deje llevar estremece.

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