Opinión | Arte-Fastos

Sentimientos casi ocultos

Las obras trazan una cartografía de sentimientos velados o constreñidos, apenas disimulados tras una poderosa presencia plástica

Sentimientos casi ocultos

Sentimientos casi ocultos / José Manuel Sanjuán

En su libro sobre la evolución del retrato desde la Antigüedad hasta el siglo XX, Pierre Francastel se lamentaba de que su época (1969) nivelaba a los individuos en un plano de igualdad, descartando los rasgos que proporciona la realidad externa en favor de la absoluta primacía de los fenómenos del espíritu creativo. Consideraba que vivía un momento histórico donde la persona carecía de relevancia y cualquier intento de jerarquía entre los seres vivientes quedaba abolido. En consecuencia, poco importaba que se tratase de pintura u otra disciplina científica pues «el principal interés del hombre se ha desplazado y desde ahora se sitúa en la concepción de conjuntos y en la constitución de series».

Mucho de este abandono de los rasgos objetivos, de la «serialización» iconográfica, hallamos en la última exposición individual de Jorge Boccardo (Buenos Aires, Argentina, 1957) titulada ‘Visitantes míos’, que se inauguró el pasado 23 de septiembre en Nítido Gallery, en Marbella. Articulada en torno a un eje conductor, la soledad e incomunicación del individuo contemporáneo, las obras trazan una cartografía de sentimientos velados o constreñidos, apenas disimulados tras una poderosa presencia plástica que arroja a unos seres anónimos a un primer plano, aun a su pesar. Rostros de hombres y mujeres (‘Pirate’; ‘Last night’) que interpelan al espectador, consciente de la angustia o tribulación que les aflige y cuyo origen nos es vedado: rictus de tensión donde la faz se convierte en máscara por un expresionismo «descarnado» y un fondo neutro, tan solo animado por signos o líneas horizontales que nos revelan opresión o falta de libertad, en este caso emocional.

Salvo unos cuadernos de trabajo, donde los sentimientos fluyen con desbordada pasión, todas las obras están ejecutadas en gran formato y en acrílico sobre fieltro, técnica y soporte que, como un atisbo de esperanza, descontextualiza el paradigma ominoso que las envuelve: el acrílico pierde su fría consistencia industrial en favor, incluso, de tímidos gradientes de valor; y el fieltro abandona su calidez y se torna rígido y compacto. Ámbitos de hibridación que se reconducen como cargas simbólicas, en una continua renovación de los supuestos estéticos. Ya lo decía Francastel en su ‘Sociología del arte’: el proceso del arte consiste en asociar elementos reales y posibles, de lugares visibles y de lugares virtuales. Los «visitantes» de Jorge Boccardo le asaltan de lugares cada vez más insospechados, y cada vez con mayor ímpetu y contundencia. Y quién sabe con qué intenciones.

Suscríbete para seguir leyendo