Opinión | Viento fresco

Paseos caninos

Antes en los parques solo se veían jubilados y palomas. Ahora se ve gente que teletrabaja paseando a su perro

paseos caninos

paseos caninos / Jose María de Loma

Bajo a la calle y veo a un señor paseando a un perro. Yo es que soy muy de ver a señores paseando al perro. Es bajar y ver uno. De hecho, a ciertas horas tempranas en mi calle solo se ve eso. Algunos perros caminan con la alegría de estar vivos y ver de nuevo el amanecer. Otros dan pasos mortecinamente con gesto de preferir estar en casa.

Me pregunto cuántos perros hay paseando a esta hora del día en todo el país. Tal vez un millón, me digo a mí mismo. A quién se lo voy a decir, si ahora no tengo perro. Cada perro con su persona. Pero la estadística podría ser falsa: hay quien pasea a dos o incluso a tres perros. Y también hay quien baja en pareja. Incluso, mi trío preferido, a veces veo a un abuelo o abuela con un nieto y su perrito, tan cómplices los tres.

Esto se da más en días de fiesta, ya se sabe que a los niños en día laborable los llevan al colegio para que no estén sin romanizar. Los perros más afortunados tienen una dueña o dueño que no ha de ir a trabajar y se van juntos al parque. Antes en los parques solo había jubilados y palomas. Ahora hay perros y gente que teletrabaja. La gente que va sin perro no dice ni hola. No dice ni guau. Pero quién sí lo lleva sí saluda a quién también lo lleva. Se socializa mucho (por no decir se liga) paseando a tu mejor amigo. Cuando yo paseaba a Neska me pasaba las tardes leyendo sobre los canes, temiendo que una instructora de yoga, un atildado vecino, un desconocido o la dependienta de la mercería de enfrente me preguntara de qué raza es, qué come y si duerme mucho. Se lo podría haber preguntado a Neska en vez de preguntárselo a los libros, pero ella prefería circunscribir su comunicación conmigo a dar grandes saltos de alegría cuando yo entraba en casa, a pedirme jamón york y a solicitarme su sitio en el sofá cuando todos se acostaban y ella y yo nos poníamos a ver documentales sobre extraterrestres. Se solía dormir primero ella. No sin dedicarme una mirada con la que creo que quería decir: este tío no va a cambiar de canal en la vida.

De cuando en cuando oigo desde el ascensor algún ladrido. Pueden proceder del tercero, que yo juraría que está todo el día en la calle. O del quinto, que no sé ni cómo cabe en el ascensor. Algunos prefieren subir y bajar por las escaleras. «Así hace ejercicio», suele decir su paseante al cruzarse con alguien. Me gustaría responderle: «Muy bien». Pero voy en el ascensor y no me oyen.

Suscríbete para seguir leyendo