Opinión | Crítica

Música viva con alas blancas

Crítica de la cuarta edición de la Violonchelada que organizan los maestros Alejandro Martínez y Santiago de la Riva con la no menos importante colaboración de Francisco Martínez y el apoyo decisivo de la Fundación Unicaja

Málaga, 12-10-2022

Sala María Cristina

Director: Santiago de la Riva.

Programa: Me muero de papeleo, de Silvia Olivero; Dämmerung, de Alfonso Romero-Ramírez; Concertino, de Alejandro Rutty y Rememorar, de Eneko Vadillo.

Cualquier obra de creación artística alberga dos dimensiones o planos semánticos. La música tampoco es ajena a esta dualidad y se establece una relación estrecha entre música y oyente partiendo de un medio común que es el sonido cuyas convenciones han evolucionado en el tiempo en las más diversas soluciones y propuestas. Este es el gran reto para un oyente cultivado en la actualidad, dominar estas convenciones, lenguajes o perspectivas creativas sobre la creación musical de nuestros días con debida atención y consideración propias de un público atento.

En este comprometido contexto arrancaba la cuarta edición de la Violonchelada que organizan los maestros Alejandro Martínez y Santiago de la Riva con la no menos importante colaboración de Francisco Martínez y el apoyo decisivo de la Fundación Unicaja. Este festival dedicado al violonchelo, que ya en sí destaca por la singularidad y trascendencia nacional de la cita llega tras los condicionantes de la pandemia a su cuarta edición con el suficiente atractivo, pluralidad y seriedad como para reconocer el inmenso esfuerzo personal y material de sus organizadores capaces de realizar la proeza de organizar un todo formal.

La música viva, la creación de nuestro tiempo fue la invitada principal y monográfica de la cita inaugural del Festival del Violonchelo del pasado sábado en la Sala María Cristina. Violonchelada que se prolongará con dos citas más el próximo veintiséis y veintinueve. En el programa pasado, cuatro páginas de Silvia Olivero, Alfonso Romero-Ramírez, Alejandro Rutty y Eneko Vadillo con un paradigma común, el violonchelo serían los protagonistas de este primer programa, por lo que el encuentro también fue una oportunidad, entre los aficionados, para entablar diálogo entre páginas escritas para conjunto de cellos.

Me muero de Papeleo de Silvia Olivero plantea en los cuatro capítulos que estructura la obra las sensaciones que afloran en un mundo digital donde la rutina repetitiva y monótona no impide escapar de este círculo mecánico. Página construida sobre impresiones sonoras que trasladan el sentido mecánico hasta el punto de fuga de la sección final que da salida a la tensión acumulada en los tiempos precedentes.

El estreno de Dämmerung de Alfonso Romero-Ramírez parte de la sarabanda de la Suite nº 5 de Bach para ubicar la partitura en la dualidad del crepúsculo incidiendo de esta forma en la idea de desarrollo y transformación dando cabida a toda una paleta de recursos técnicos y sonoros que posibilita la escritura para conjunto de cellos.

Estreno absoluto fue también el Concertino para violín, bajo eléctrico y septeto de cellos de Alejandro Rutti. Partitura concebida en un sólo capítulo asentado en la melodía, la armonía y la polirritmia caracterizaron tanto la madurez técnica, como la artística defendida por los atriles para este estreno.

Cerraba el programa la revisión de Memorae de Eneko Vadillo bajo el título Rememorae que incluye en los tiempos extremos el recurso de la cinta magnética que incide en la oscuridad y trascendencia de las emociones que despiertan la injusticia, la violencia o el poder. Partitura de gran complejidad articulada en cuatro secciones opresivas que contó en lo vocal con la participación de la soprano María Luz Román.

Suscríbete para seguir leyendo