Opinión | HOJA DE CALENDARIO

Sánchez, candidato a presidir la IS

El presidente Sánchez anunció el pasado septiembre en Nueva York, en el curso de una reunión de la Internacional Socialista, su intención de presentar su candidatura a la presidencia de la misma. En su anuncio de la candidatura, manifestó su deseo de continuar el legado de su «amigo Giorgos Papandréu […] y de líderes como Willy Brandt, Pierre Mauroy o el actual secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres». Según Sánchez, «la socialdemocracia es la única alternativa viable tanto al individualismo del orden neoliberal como al retorno de los extremismos […] La respuesta conservadora a la última crisis provocó una ola de desigualdad, que a su vez hizo aumentar la desconfianza en las instituciones. Ese contexto del desmantelamiento del estado de bienestar fue el caldo de cultivo para la aparición de unas corrientes extremistas frente a las que ahora los liberales pretenden ser la única opción de supervivencia».

La socialdemocracia no lleva un buen año. Desde la victoria de António Costa el pasado enero poco después de ganar el centro-izquierda las elecciones en Noruega y en Alemania, ha experimentado reveses en Francia, Italia y Suecia. De forma que esta opción ideológica en la UE está actualmente en manos de Scholz, Sánchez y el propio Costa. Este último gobierna con mayoría absoluta y los otros dos en alianza o en coalición

La presencia en el actual Gobierno español, desde el primer momento, de una alta funcionaria de la Comisión Europea, que alcanzó un alto nivel de prestigio e influencia en su anterior ocupación (llegó a ser directora general de Presupuestos), ha generado además una complicidad sin precedentes de los gobiernos europeo y español, de tal modo que existe una concomitancia clara entre ambas trayectorias. Si la crisis de 2008 fue abordada mediante un plan de austeridad que generó raudales de dolor en las sociedades afectadas, la crisis actual, suscitada por la pandemia y continuada por el estallido de la guerra de Ucrania, está siendo abordada con una sensibilidad social sin precedentes. La Comisión Europea y el Gobierno español rivalizan en su interés por atender a los sectores en riesgo de pobreza y por atacar la situación de estanflación mediante decisiones prudentes de política monetaria y transferencias de recursos entre las clases pudientes y desfavorecidas, aprovechando la abundancia de ingresos generada por la propia inflación. Acaba de comprobarse como el Fondo Monetario Internacional, hoy en manos de una exvicepresidenta de la Comisión Europea, está postulando estas mismas políticas para frenar la crisis con el menor sufrimiento posible de las sociedades que la padecen. Curiosamente, tanto la Comisión Europea como el FMI se han opuesto radicalmente a utilizar recetas liberales en forma de bajadas de impuestos como ha pretendido el Reino Unido con un resultado catastrófico.

La socialdemocracia ha descubierto hace tiempo que la sociedades maduras tienden a la igualdad más fácilmente mediante la predistribución, que consiste, como es sabido, en canalizar la igualdad a través de servicios públicos universales, gratuitos y de gran calidad, que actúan como eficaces ascensores sociales. La política fiscal se encamina por tanto más a sostener el estado de bienestar que a redistribuir la riqueza. De hecho, la redistribución se ha institucionalizado mediante fórmulas como el ingreso mínimo vital, que aseguran que quien pertenece a las capas menos afortunadas no caerán en la indigencia. Queda mucho camino por recorrer en este campo, que solo a la izquierda abordará con verdadera decisión por razones ideológicas.

Sánchez ha prestado hasta ahora un servicio importante a la izquierda, que ha sido el de aglutinarla, tanto por el rendimiento electoral que proporciona dicha unión cuanto por la conveniencia racional de buscar políticas comunes que pueden ser realmente implementadas gracias al tamaño alcanzado por la suma de las formaciones progresistas. A pesar de los rifirrafes y querellas, el objetivo se ha conseguido, y la izquierda ha logrado dar en esta legislatura un salto legislativo muy importante en la dirección progresista. Lo que no significa que necesariamente el electorado entienda el esfuerzo realizado ni lo que esta evolución debe a unos y a otros protagonistas de la política española.

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