Opinión | Notas de domingo

La vida sin rebecas

Imagen de los actores que interpretan a Nala y Simba en el musical 'El Rey León'.

Imagen de los actores que interpretan a Nala y Simba en el musical 'El Rey León'. / L. O.

Lunes. Solo iba a por el pan, pero veo una cola a las puertas de un supermercado y me pongo. No me reconozco. No me gusta esperar ni necesito nada más. Pero allí estoy. Qué impulso más raro. De pronto, la cola avanza, han abierto, la gente entra, yo entro. Sigo a un señor con cierto parecido a Simeone que parece que sabe dónde hay que ir. También parece saberlo una señora que me empuja. Coge una caja de cervezas holandesas ella. Él, galletas. Como me da corte deambular sin llevarme nada, voy hacia los embutidos. Pero Simeone se me acerca: venga, hombre, coge las cervezas, que no sale ni a treinta céntimos la lata. Se me adelanta la señora de las galletas. Se lleva la última y me espeta: el pan está en la otra esquina. Compro dos barras.

Martes. Oigo a Jesús Vigorra entrevistando a Alfonso Guerra en Canal Sur Radio.

-Se ha caído el Whatsapp

-Que lo recojan

Guerra conserva retranca y gracia, no resistiendo la tentación de ser adusto a ratos. Cuando le preguntan por qué no lo han invitado a los fastos que conmemoran la victoria aplastante y primera del PSOE en octubre del 82, responde: «Es que yo no estaba allí». Casi espurreo el café. Dice que está Leyendo la Divina Comedia. Como soy un poco bruto, me quedo sobre todo con lo de que se ha caído el whatsapp, así que me pongo a mirar el teléfono. En efecto, esto no va. Por la noche oiré a Rafa Latorre decir en Onda Cero: con esto del whatsapp caído nos hemos librado un rato de los pesados. La entrevista marca agenda. El PSOE reacciona torpemente e invita a Guerra. Tarde. Guerra se prodigará durante la semana en los medios. Oigo a un joven dirigente socialista hablar, con condescendencia cretinacea, del «compañero Alfonso», quitándole hierro a la no invitación. Majara.

Miércoles. No se va la calor de Sevilla, me dice el taxista atravesando muy temprano la ciudad nublada y aún con las calles no muy abarrotadas. Café con extrarradio. Plató. La duda filosófica es si quedarme ya todo el día con el maquillaje o no. A mediodía alguien me telefoneará preguntándome dónde estoy. Eso querría yo saber, que mecido por la iniciativa de un amigo, me hallo almorzando fantástica comida oriental en un municipio en el que no había estado nunca. Creo. De vuelta en el tren leo la biografía de Julio Camba que ha escrito Francisco Fuster. Imagino esa llamada, esa conversación, esa oferta, de Chaves Nogales, redactor jefe de Ahora, a Camba, tratando de ficharlo. Quedan meses para la Guerra Civil. Lo que pudo haber sido tamaña colaboración, duró poco, entre dos de los más grandes ingenios del periodismo español de todos los tiempos. De las millones de cosas que la guerra se cargó o interrumpió, esta es una. Paso el resto de la tarde en casa trabajando y la duda es si el autopremio para tan agitado día, cuando den las diez o las once, será una cerveza o decretar que los pistachos los miércoles no engordan. Vemos ‘Solo asesinatos en el edificio’. Steve Martin, Selena Gómez. Un buen rato. Nueva York, misterio y episodios cortos.

Jueves. Yo no sé la manía de salir de casa. Boletín de noticias económicas. El presentador que se ha pasado el verano diciendo que vamos a vivir un otoño terrible afirma que vamos a vivir un invierno terrible. Me como un donut.

Viernes. A partir de mañana hablaré con conocimiento de causa sobre ‘El rey León’. Hoy, paseando de noche cerca de Callao me acuerdo del título de un libro de Raúl Guerra Garrido, ‘La Gran Vía es Nueva York’. Gentío. Hacemos planes para el vermuteo sabatino. La rebequita no estorba. Estorba tan poco que la he dejado en casa. Noviembre se abre simpaticón ante nosotros. Por mucho que nos roben una hora de luz.

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