MIRANDO AL ABISMO

La duda

María Gaitán

Todos los niños pasan por esa fase, tan necesaria como temida por algunos padres, del «por qué». En esa fase, que empieza en torno a los tres años, los críos empiezan a intentar conocer todo lo que les es ajeno del universo que les rodea. Quieren aprender cómo funcionan las cosas, a dónde va el sol cuando se esconde tras las montañas y por qué el agua de la lluvia es fría. Ahí está el germen del conocimiento, en la curiosidad. Los niños observan y descubren el mundo desde el asombro.

Para aprender sólo es necesario eso, tener curiosidad por lo que se quiere aprender y, como se puede observar en cada niño del planeta, curiosidad e infancia van de la mano. Me viene ahora a la memoria como un ejemplo de curiosidad e infancia aquella tarde en la que mi primo Ángel, de cinco años, estaba fascinado con el funcionamiento de los auriculares. Quiso enseñarle a su hermana lo bien que se oía con ellos, pero sin quitárselos porque a sus cinco años no entendía como si él estaba oyendo su hermana no podía. Le expliqué entonces que el sonido iba por dentro del cable y que sin unos de los dos extremos «gorditos», el auricular, no podía oírse. Recuerdo su mirada fascinada y cómo sin creerme del todo se quitó los dos auriculares. Al ver que era verdad, que no oía la música, sonrió como si hubiera realizado un gran descubrimiento (lo cual hizo) y le dio un auricular a su hermana.

Supongo que he recordado todo esto porque estoy repasando el método cartesiano para mi oposición. Tengo mis más y mis menos con el bueno de René, pero he de reconocer que la duda es el motor de todo el conocimiento humano. De la duda nace el progreso en cada ámbito de la cultura humana, en las ciencias, en las humanidades y en el arte. Dudar nos hace ir más allá del paradigma establecido y preguntarnos qué hay de bueno tras las normas que seguimos. Siempre he ido llevándole la contraria al sistema y saltándome los plazos marcados y las paradas establecidas. Soy maestra de Filosofía, lo que me convierte en un cúmulo de dudas inexorablemente irresoluble. Me gusta buscar soluciones alternativas a mis problemas y adjetivos nuevos para describir ese olor a gris y noche que tiene el invierno. A fin de cuentas, nunca descubriríamos nuevas formas de hacer las cosas sin esa rebeldía constante que demuestran aquellos que dudan. Porque sí, dudar es, ante todo, un acto de rebeldía.

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