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Machismo viral

Si en determinados países se trata de invisibilizar a las mujeres, condenadas a estar en casa y procrear, en países aparentemente civilizados asistimos a una regresión en toda regla

Enrique Benítez

Enrique Benítez

El feminismo es la idea radical que sostiene que las mujeres son seres humanos. Es la versión más acertada de la frase pronunciada o escrita hace varias décadas por la activista estadounidense Angela Davis, cuyos libros se pueden conseguir con facilidad en España, y que ha visitado nuestro país varias veces. A priori parece una propuesta indiscutible. Podríamos pensar que esto no lo comparten regímenes extremos, como los que gobiernan Afganistán, Irán y otros países similares. Pero no es oro todo lo que reluce en las democracias occidentales. En la invisibilidad anónima de internet proliferan grupos varoniles que exhiben sin pudor su odio contra las mujeres. Y sus ideas se propagan con facilidad entre jóvenes y mayores.

En los Estados Unidos se acuñó hace tiempo la expresión “incel” para referirse a los hombres que querían tener pareja, pero que no lo conseguían. Se trata de un “celibato involuntario”, de deseos no correspondidos. Los varones quejosos de su situación, sin embargo, no aspiran a mejorar, a ser más atractivos, a llamar la atención del sexo femenino a través del crecimiento personal o de un proceso de reflexión íntimo que lleve a descubrir qué les podría estar pasando. Su forma de pensar es mucho más primaria y peligrosa: son las mujeres las que deberían ceder a sus pretensiones, las que deberían cambiar y sentirse atraídas por lo (poco) que ellos ofrecen. Y cuando esto no ocurre, surge el odio, cuyo apellido suele ser la violencia.

La galaxia de foros masculinos en los que circulan todo tipo de propuestas que siguen sin considerar a las mujeres como seres humanos ha sido bautizada como “manosfera”. En este caso, la mano no mece la cuna, como en aquella película de terror psicológico. La alternativa al sexo disfrutado con una mujer es la masturbación. Por supuesto, en estos foros se defiende con entusiasmo la prostitución, la trata de blancas, el comercio sexual. Todo se mueve alrededor de ese pretendido “derecho al sexo” del que hablaba Rebecca Solnit, y que es la brújula de demasiados varones en edad más o menos reproductiva. Las mujeres que no atienden a sus impulsos o deseos son culpadas y culpables. Si en determinados países se trata de invisibilizar o reducir a las mujeres a la mínima expresión, condenadas a estar en casa y procrear, en países aparentemente civilizados asistimos a una regresión en toda regla. Asusta que la utopía descarnada de la novela El cuento de la criada pueda ser posible. Ya nada parece exagerado.