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Navidades de mundial

Imagen de Doha.

Imagen de Doha. / REUTERS

Francis Tomé

Francis Tomé

Estamos acostumbrados a que cada cuatro años, en verano, se paralice el mundo porque se juega el mundial de fútbol. Esto es mucho más que una competición. Hay personas que viven durante esos cuatro años de espera ahorrando dinero para ir de viaje al país que sea a seguir a su selección.

Es cierto que el mundial ha cambiado, que ahora para la FIFA no es esa competición que es para el aficionado. Para ellos es un negocio brutal hasta tal punto que este año lo han vendido a los petrodólares de Qatar. Y ante eso nada importa, ni las costumbres de aquel país, ni el trato a la mujer, ni los muertos en la construcción de los estadios. Ni tampoco tener que parar todas las competiciones porque el clima de allí no permite disputarlo en verano como estamos acostumbrados.

Podemos hablar largo y tendido de esas costumbres lejos de los derechos humanos como muchos hacen. La realidad es que todo el que puede acude a la llamada de aquellos países puesto que el dinero es el dinero. No olvidemos que allí se celebró hace poco el mundial de balonmano, se disputa todos los años la Supercopa de España o se organizan carreras de Fórmula uno. Y pueden vendernos que todo esto se hace porque viene genial para que estos países rectifiquen en sus costumbres. Todo es mentira. La verdad es que quien puede organiza allí su evento para sacar pasta. Y los demás esperando a ver si pueden ser los siguientes en montar allí su competición y acceder a ese dinero.

A los aficionados lo que nos gusta es ver fútbol. Ya está. Y nos adaptaremos a verlo ahora en navidades sin problema. Bueno, con el único problema de los horarios para ver todos los partidos, puesto que algunos se disputarán en horario laboral.

Veremos con envidia a países como Argentina. Allí el fútbol es otra cosa. Los argentinos son todos de Argentina. Da igual el seleccionador o los jugadores que conformen su selección. Allí se paraliza el país cuando juega su equipo. Ese sentimiento no es fútbol. Va mucho más allá. Son fanáticos de su selección. Ahora, dan miedo cuando les va mal y pierden.

En España se vive diferente. Somos más del fútbol de equipos. Siempre estamos a favor o en contra de nuestra propia selección si hay convocados más o menos jugadores de nuestro equipo. Hasta hay gente que va con otros países por el hecho de que hay más jugadores de su equipo en esas selecciones. Criticamos todo, hasta antes de empezar a jugar. Y encima tenemos un seleccionador que es ideal para este juego de la crítica. Luis Enrique es un entrenador con personalidad que se siente el líder de su equipo. Huye de tener grandes estrellas en su equipo que puedan pisar ese liderazgo, aunque cuando las ha tenido ha convivido con ello. En este caso, España no tiene ningún jugador top mundial sobre el que construir un equipo. Aquí se construye sobre la idea de fútbol de Luis Enrique.

Él, además, también construye sobre la idea de que el mayor de los enemigos es la prensa, que le critica siempre, hasta cuando gana. Y consigue que sus jugadores le sigan en esta idea y logra, además, que esa presión mediática que puede ejercer la prensa recaiga sobre él liberando a sus jugadores de esa presión. Es cierto que se puede pensar que falta tal o cual jugador en la convocatoria. Lo pensamos nosotros que somos meros aficionados, ¿cómo no lo van a pensar los periodistas que se supone entienden más? Lo que sí es cierto es que no se ha dejado ninguna estrella en España. Los que se han quedado aquí pueden tener un nivel similar a los que han ido, no van a cambiar mucho el sino de nuestro mundial.

El seleccionador apuesta por un juego de equipo muy definido que tiene sus lagunas y sus virtudes. Nos va mejor jugar contra los equipos que quieren dominar el juego que contra los que prefieren ser dominados. Pero lo que nadie puede negar es que España siempre compite, no es fácil vencerla. Nunca va de favorita pero no creo que a nadie le guste cruzarse contra nuestro equipo cuando llegue el momento de las eliminatorias.

Pienso que, una vez que pasan esos diez minutos después de leer la lista de convocados en los que tienes derecho a opinar sobre el jugador que crees que falta, llega la hora de ponerse la camiseta roja, apoyar a todos por igual, sufrir con ellos pero también alegrarse, y disfrutar de este mundial distinto a todos sabiendo que, como siempre, con nosotros nadie cuenta pero que se anden con ojo. Que se lo pregunten hace unos meses a los listos que nos despreciaron en el Europeo de baloncesto.

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