Viento fresco

Luces y croquetas

Tengo aquí al lado un alfiler. Se va ya para la calle Larios antes de que alguien pueda decir «no cabe un alfiler»

Jose María de Loma

Jose María de Loma

El barrio de La Luz se traslada al Centro. El sábado se inaugura el espectáculo navideño de luces y bombillas con actuaciones deslumbrante y un destello de negocio para hosteleros y comerciantes.

Tanto encaramarnos en los ránking tecnológicos y turísticos y resulta que competimos sobre todo con Vigo. La Liga de las Bombillas. Las luces de Vigo se ven desde el espacio; en Málaga se ven las intenciones del Ayuntamiento desde cualquier punto de la ciudad. El Consistorio dice que el gasto enérgetico es mínimo. ‘Los energéticos’ fue el título de una película de Esteso y Pajares del año 79 en la que también participaba la gran y malograda Ajita Wilson. Hoy no tenemos a un Ozores que haga películas cargadas de crítica social, humor y señoras prontas al despelote. Dicen que no sería políticamente correcto. O a la mejor es que no hay talento. Se nos va todo en series de narcos y distopías. En ‘Los Energéticos’, dos familias se peleaban para que una central nuclear se instalara en sus tierras. Ahora no sabemos si queremos energía eléctrica, solar, nuclear o eólica. Ni siquiera tenemos claro si queremos Navidad. Cuanta más oferta energética hay menos energía tiene uno. Sobre todo para determinadas polémicas. Una parte del espectáculo lumínico de Málaga, allí estaré el primero para verlo, es que alterna lo elegante con lo hortera y queda uno como pasmado y atronado. Aquí al lado mientras escribo tengo al alfiler, que se va a ir pronto para la calle Larios antes de que nadie pueda escribir «no cabe un alfiler». Pronto se hará común en los hogares de Huelin y Marbella, de Fuengirola o Nerja, de Puerta Blanca o El Palo la frase «vamos a ver las luces», que para quien la oiga puede suponer el inicio de un suplicio (incluso pudiera ser adjetivado como coñazo) o la felicidad nunca bien ponderada de peinarse bien, engalanarse, acudir al centro, rozarse con muchos humanos, practicar el selfie y coronar la tarde con un chocolate con churros ante los que preguntarse si será luego prudente cenar. Croquetas por ejemplo. Hay una relación entre las luces y las croquetas que no ha sido estudiada y eso que ya hay tesis doctorales incluso sobre la influencia de los caracoles en la semántica occitana. Cuando llega la iluminación navideña la gente acude en masa (y a por la masa) al Centro y mucha de la que acude va luego a los bares y las croquetas son muy socorridas. Incluso algunas están ricas. Se reparten bien, cabemos a dos, Jesús Ignacio, que te conozco; no son muy caras, quitan el hambre (un viaje de bechamel siempre empapa) y entretienen a los niños, sobre todo a los que tienen tendencia a la dispersión zangolotina o a los dispositivos electrónicos. No me extrañaría que hubiera ciudades que colocaran croquetas en lugar de bombillas o luces. Aunque mejor no dar ideas. Disparatadas a todas luces.

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