En corto

La terrible huella de Rusia

Pedro de Silva

Pedro de Silva

La frontera oriental de la Europa democrática (y con ella la propia Europa democrática) sufría un vicio de indefinición desde hace tres décadas, cuando tras la caída del muro de Berlín se fue viniendo abajo la antigua Unión Soviética. La guerra, terrible y en todo caso innecesaria bajo el discurso humano de la paz y el diálogo, concluirá en cualquier momento con un armisticio que de facto definirá ese limes oriental, estabilizándolo. Pero al propio tiempo grabará para mucho tiempo en la mente de los demócratas europeos la idea de que la actual Rusia, con la que habrá que volver a tratar y comerciar, no será nunca un vecino fiable con el que compartir proyectos que generen la menor dependencia. No ya solo su alevosa agresión, sino el propio modo de hacer la guerra, cebándose en los indefensos civiles tras el fracaso de su ejército, deja la huella de una malvada personalidad.

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