MIRANDO AL ABISMO

Responsabilidad y culpa

María Gaitán

Cuando todavía estudiaba la carrera, estando en el tercer curso, mi profesor de Filosofía Social me presentó por primera vez de una forma clara y diferenciada a la responsabilidad y a la culpa. Con estos dos conceptos ocurre que son difíciles de diferenciar a priori por su estrecha relación. Son, como diríamos más coloquialmente, la pescadilla que se muerde la cola, ya que la responsabilidad tiene distintas acepciones según su aplicación práctica, pero podemos definir grosso modo la responsabilidad ética y la moral, las de los individuos. Ante la conciencia de que existimos, de que estamos, y que dicha existencia tiene condiciones, respondemos a ellas, a las condiciones, con acciones, y cabe recodar que la ausencia de acción también es hacer algo. A estas acciones las denominamos normas y pueden ser morales o legales, pero en ambos casos, su incumplimiento conlleva consecuencias.

Una vez dicho esto cabría preguntarse donde encaja la culpa. Pues bien, la culpa es el sentimiento, la reacción que se produce cuando obviamos nuestras responsabilidades, es decir, cuando no actuamos en base a las normas que se han prefijado y establecido. Normalmente cuando ocurre eso nos invade una sensación de ahogo y vacío que creemos que nunca va a desaparecer, nos sentimos pequeños, inadecuados y torpes. Aquí está el problema de estos dos conceptos, que no puedes definir el uno sin el otro. Además, siempre he pensado que ya que la ética no se ocupa de cómo son las cosas sino de cómo las cosas debieran ser, hay una laguna, ya que estos conceptos, responsabilidad y culpa, están pensados para una sociedad justa e igualitaria. Pero como podemos comprobar diariamente, en nuestra sociedad no se cumplen los criterios de justicia e igualdad.

Siempre digo que cuando conceptos como estos me inundan la consciencia es porque hay algo del funcionar del mundo que no logro comprender del todo. Y pensando sobre ello llegué a la famosa ley de «solo sí es sí». Dicha ley ha sido redactada con tan poca habilidad que sus resultados a favor de los agresores no deberían sorprenderme y no lo hace. Lo que sí me sorprende es la incapacidad de este gobierno para asumir su responsabilidad y su culpa. Todos cometemos errores, ya lo decían los clásicos, en concreto San Agustín y Cicerón : «Errare Humanum Est». El problema no es errar, el problema es la incapacidad de admitir que te has equivocado y asumir las consecuencias de dichos actos, aprender y no cometer los mismos errores de nuevo. 

Por mi parte, en la pequeña parcela de mundo que me toca, espero seguir errando, y animar a mis alumnos a equivocarse de carrera, a apuntarse a ese módulo, a hablar con ese chico, a que levanten su voz cuando haya que romper el silencio.

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