Viento fresco
Málaga en París
Hay que conquistar a los del jurado como hizo Qatar con los que otorgan el Mundial. Hala, hala, otra ronda para todos...
Málaga acudió ayer a París a defender su candidatura para la Expo 2027. A ver si esta vez tenemos más suerte y no la pifiamos como con ‘Málaga capital europea de la cultura 2016’, que fue vana pretensión, mal timón, exceso de expectativas y ausencia de realismo. Ya pasó.
Las ciudades deben ser como las personas: las inteligentes se reponen de un fracaso, las tontas nunca se reponen de un éxito. La embajada malaguita fue nutrida, colorida, tal vez con algún gafe en su seno; la magnética María Casado presentó la alocución, habló el alcalde (en francés) y estaba previsto que se evacuaran vídeos con personalidades alabando la ciudad, el proyecto y sus posibilidades. Gracias per sempre, Nadal. Viva tú, que eres la viva imagen del éxito.
A los parisinos, a los encorsetados diplomáticos, a los señores del jurado y a personalidades varias (y cazacroquetas) ya se les ofreció una jamada, un cóctel, con productos típicos malagueños, allá en la capital de Francia hace una semana. Salieron encantados. Y llenos. Seguimos pensando que a un hombre se le conquista por el estómago, si bien no es aconsejable la ingesta de Locas a lo loco ni de tortas de Algarrobo en número superior a tres. Tal vez haya que preguntar a los de Qatar cómo han conseguido el Mundial (mejor dicho, preguntárselo a los miembros del comité decisorio) e imitarlos. Otra ronda para todos.
A uno le hubiera gustado una Expo 2027 sobre la generación del 27, con pabellones llamados Aleixandre, Lorca o Cernuda, donde los restaurantes sirvieran un postre llamado Delicias Altolaguirre o el pabellón llevara el nombre de Emilio Prados. Gigantes y cabezudos disfrazados de Dámaso Alonso y caretas de Alberti para los niños.
Málaga merece esta Expo 2027, la era de la sostenibilidad y tal, y sería el colofón para una etapa, una era que la ha puesto en órbita. Cara también la ha puesto. Efervescente, de moda, expansiva, cultureta y gentrificada. La Expo esta sería como que a Málaga le creciera un brazo más, una pierna, una expansión brutal en unos terrenos ahora desiertos. Pero no soñemos. Ni tengamos pesadillas. La suerte no está echada y no será lo que tenga que ser o sí o todo lo contrario. Lo suyo es estar para verla. E incluso hablar de ella en pasado. Algún día.
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