Málaga de un vistazo

Problema mundial

Afición brasileña en el Mundial de Qatar.

Afición brasileña en el Mundial de Qatar. / PEDRO NUNES

Jordi Cánovas

Jordi Cánovas

Empezó el Mundial con una polémica que se ha ido diluyendo, al principio eran muchos los que estaban en contra, ahora puede que sean los mismos, pero ya no hacen tanto ruido o puede que el grito de los goles de la Roja no deje oír con tanta nitidez el mismo volumen de protesta. En cualquier caso, se entiende la polémica: el Mundial se celebra en un país donde hay muy poco que celebrar, los derechos humanos brillan por su ausencia como luces de Navidad y se sabe, además, que en la construcción apresurada de los estadios donde se disputan ahora los encuentros hubo más de seis mil inmigrantes que perdieron la vida con ese trabajo. Para llegar a esa cifra mucho se ha tenido que despreocupar uno por el camino, más que a accidente suena a método, y más que a trabajo a condena. La corrupción también sobrevuela como una sombra el país, aunque la corrupción habla todos los idiomas y es nativa en todas partes y en ese sentido alguno de los países invitados más que una lección les podría dar un máster

No sé si la mejor manera de luchar por que cambien las cosas en ciertos lugares es cerrar las pocas puertas que se abren, aislar los problemas suele expandirlos a la larga; parece, a simple vista, una mejor estrategia tender algún puente entre lo que se quiere cambiar y cómo se quiere que cambie. Eso no quiere decir que no se pueda y deba protestar por lo que está mal, que no deba uno levantar la voz antes los derechos silenciados, pero nada se iguala subrayando sólo las diferencias.

De una u otra forma, el Mundial sigue su curso, ya nada para nada, todo avanza sin remedio hasta el final más irremediable, ya sea una crisis, un conflicto, una guerra o una reprochable competición dialéctica de barbaridades.

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