HOJA DE CALENDARIO

El centrismo ya no es lo que era

El éxito de Biden y el hundimiento de Trump se ha debido a argumentos sólidos y tangibles: el ‘votante racional medio’ ha apreciado sin duda positivamente el plan de rescate frente a la crisis

U.S. President Joe Biden delivers remarks during a meeting with business and labor leaders, in Washington

U.S. President Joe Biden delivers remarks during a meeting with business and labor leaders, in Washington / ELIZABETH FRANTZ

Antonio Papell

Antonio Papell

El premio Nobel de Economía Joseph E. Stiglitz, actualmente profesor de la Universidad de Columbia, es una de las cabezas más lúcidas del análisis político y socioeconómico internacional y acaba de publicar un texto valorativo de las elecciones norteamericanas de medio mandato, en las que claramente los candidatos republicanos que habían apoyado las tesis de Trump -la mentira de que las elecciones de 2020 fueron robadas o el cuestionamiento de la transferencia pacífica del poder y de la administración no partidista de las elecciones- resultaron derrotados, incluso en estados claves como Arizona, Michigan y Pensilvania.

La decantación hacia Biden de la mayoría silenciosa norteamericana fue clara pero todavía insuficiente para que pueda considerarse que la tendencia progresista ha adoptado en el mundo globalizado una velocidad de crucero estabilizada y creativa. Desde la consagración autoritaria de China con el tercer mandato del presidente Xi Jinping hasta la formación de un gobierno de ultraderecha en Italia, hay muchos motivos para la preocupación, aún sin contar la salvaje guerra desencadenada por Rusia, que ha abierto un inevitable impasse en el camino de la modernización, desarrollo y felicidad al que aspira legítimamente la humanidad.

En cualquier caso, el éxito de Biden y el hundimiento de Trump, quien ha perdido casi todas las posibilidades de ser el candidato republicano en las elecciones de 2024, sí se ha debido a argumentos sólidos y tangibles: el ‘votante racional medio’ ha apreciado sin duda positivamente el plan de rescate frente a la crisis, el primer gran proyecto de ley de infraestructuras en varias décadas; una respuesta creativa realista frente al cambio climático; un importante proyecto de ley de política industrial, el CHIPS and Science Act, que admite el papel del gobierno en la configuración de la economía… Asimismo, ha habido decisiones no legislativas relevantes, como nombramiento de la primera mujer negra en el Tribunal Supremo, el alivio de la deuda de los préstamos estudiantiles, la mejora de las normas antimonopolio, el regreso de Washington al acuerdo de París y el mayor protagonismo de USA en el concierto de las naciones, así como la gestión impecable de la guerra de Ucrania.

Así las cosas -reflexiona Stiglitz- hay quien recomienda a Biden que, tras el traspiés del extremismo republicano, vire a la derecha para ocupar el centro político. Y si lo hiciera -argumenta el Nobel-, demostraría que no ha entendido el mensaje que los ciudadanos han querido lanzar, y que en absoluto consiste en la búsqueda de una solución salomónica. No se trata de ocupar el centro sino de desarrollar e implementar unas libertades y un estado de bienestar acordes con la democracia política madura que está en la naturaleza profunda de la nación norteamericana.

El ejemplo que aporta Stiglitz para defender su tesis es muy expresivo. Los candidatos republicanos más radicales han defendido la prohibición absoluta del aborto, sin excepciones, ni siquiera en casos de violación, incesto o peligro de la vida de la madre. Frente a esta propuesta, lo deseable no es una tímida legalización en ciertos casos sino una norma general que sitúe la decisión de abortar o no en manos de la madre y no del gobierno.

Hay otras muchas cuestiones pendientes en Estados Unidos (y en España) en que tampoco sean de recibo las soluciones intermedias, centristas. Aquí y allí puede decirse que la desigualdad se ha ido en aumento, las oportunidades de movilidad social se han ido agotando y estos problemas se han visto exacerbados por una falta crónica de inversión en educación. Hoy en día, las perspectivas de vida de los jóvenes dependen más de los ingresos y la educación de sus padres que en casi cualquier otra economía avanzada.

La lista podría ser mucho más extensa, pero en la mayoría de los asuntos pendientes las únicas decisiones aceptables son el sí y el no, y de ningún modo caben medias tintas. Los derechos a la sanidad y la educación gratuitas, a la vivienda, a la asistencia social en casos de enfermedad y jubilación, a un salario mínimo digno, etc., no pueden fraccionarse ni regatearse. A fin de cuentas, lo que el progresismo exige es la plena implementación del espíritu constitucional. Nada más que eso.

Suscríbete para seguir leyendo