En corto

Espíritu olímpico de veras

Pedro de Silva

Pedro de Silva

Todo olimpismo requiere una ritualización un tanto impostada, una ‘sollemnitas’ mal avenida con el humor. Esto resulta muy patente en el apasionado olimpismo del Mundial, al ser el llamado ‘deporte rey’ un remedo incruento de la guerra. Uno de los mejores amigos que he tenido, jurista, cineasta, pintor, escritor y bueno en todo lo que hacía, lo era también en el fútbol. Una mañana de domingo, en un partido de máxima rivalidad entre profesionales, yendo empatados y estando cerca el final, se plantó ante la puerta tras cuatro regates portentosos, el último al portero. Javier (su nombre) se quedó parado ante la línea de gol, miró al tendido, voceó ¡demasiado fácil! y lanzó el balón fuera del campo. Algunos compañeros de equipo no entendieron el lance y casi le sacuden, pero he visto siempre el gesto como una pequeña gesta del olimpismo bien entendido, o sea, del que no hay.

El ejemplo de Javier Medina. O el mío al recibir el título olímpico de Armando el Cubano.

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