TRIBUNA

Ni ‘escort’ ni ‘cliente’

Como sociedad, se necesita asumir de una vez que no hay «escort», ni clientes, ni libre elección ni empoderamiento. Hay víctimas, explotadores, coacción y destrucció

Ana Bernal-Triviño

Ana Bernal-Triviño

Esta semana, además de un crimen machista en Lugo, hubo un feminicidio en Madrid. Era una joven, Milena, desaparecida desde el 23 de noviembre. Su cuerpo apareció oculto tras una puerta cerrada con candado, tras ser golpeada y asfixiada. Los titulares empezaron a decir que ella era «escort» y el asesino un «cliente» que se suicidó tras matar a Milena. Pero la realidad es otra. Ni era una «escort» ni él era un «cliente». Era una mujer sometida y explotada sexualmente frente a un prostituidor o putero.

Hay que decir las cosas por su nombre porque decenas de mujeres (cada vez más jóvenes y menores) caen en redes criminales de prostitución. Entornos de universidades y las redes sociales han sido también un foco para localizar chicas jóvenes, que necesitan dinero puntual y a las que les dicen que solo deben «hacer compañía» a un hombre, como «escort» o sugar daddy. No les advierten del riesgo y ahí las redes de prostitución encuentran una forma encubierta de mantener toda su maquinaria a pleno rendimiento. Con estas palabras intentan solapar la compra y venta de mujeres, donde caen unas tras otras sin ser conscientes, atraídas por falsas promesas. Como sociedad, se necesita asumir de una vez que no hay «escort», ni clientes, ni libre elección ni empoderamiento. Hay víctimas, explotadores, coacción y destrucción. Maquillar la realidad solo sirve para captar y para destrozar sus vidas, siempre marcadas por el trauma o para acabar directamente con ellas y matarlas.

Dice la investigación que Milena fue asesinada por negarse a «tener sexo». No era su obligación porque no hay consentimiento y quien diga que lo hay debe de reconocer, cuanto mínimo, que es viciado. Quien tiene el dinero aquí, manda. Llamar «escort» o cliente alimenta la cultura de la violación, ese concepto que tanta polémica ha generado. Porque palabras que intentan maquillar, disfrazar o incluso dulcificar la prostitución refuerzan trivializar con la libertad sexual y terminan por ser una condena para miles de mujeres.

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