El contrapunto

Berlín, Hotel Adlon

Rafael de la Fuente

Rafael de la Fuente

Aquellos días de los finales de la primavera de 1945 fueron también los días de la batalla de Berlín. En una soleada mañana un destacamento del Ejército Rojo irrumpió en una acogedora casa de campo en la campiña de Brandenburgo. Allí se había refugiado con parte de su familia y sus colaboradores más cercanos Louis Lorenz, el propietario del Adlon, el famoso hotel berlinés. Al ser interrogado por los soldados soviéticos, una de sus empleadas, que hablaba algo de ruso, decidió ayudar al ilustre hotelero: «Es el señor Adlon, nuestro director general». La palabra general cayó como una bomba entre los soldados rusos. Pensaron que habían capturado a un general nazi. Se llevaron detenido al famoso hotelero. Nunca se supo nada más de él.

Dios nos libre de los tiempos interesantes. Los que tanto fascinan a los historiadores pundonorosos. Tres años antes, en 1942, en un agradable día de aquel verano berlinés mi madre decidió visitar el legendario Adlon, el gran hotel de la Pariser Platz, vecino de la Puerta de Brandenburgo. Yo iba con ella. No puedo recordar nada. No llegaba entonces al año y medio. Después de la visita ella me hizo una foto cerca del hotel, en la Unter den Linden. La conservo. Y es ella la que ilustra este artículo. Detrás de aquel niño, llegado desde la lejana España, vemos en la fotografía las figuras de dos viandantes que caminan junto a él: un soldado de la Luftwaffe, las fuerzas aéreas de la Alemania nazi. En uniforme de verano, con su águila de aviador. Y muy cerca, un peatón ataviado con una gabardina ligera de verano. Llevaba éste en la solapa una diminuta cruz gamada. No era un militar.

Según mis padres, Berlín estaba todavía en 1942 en bastante buen estado. Limpio y razonablemente bien cuidado. Los bombardeos apocalípticos a gran escala no habían llegado todavía. Casi si todas las noches las sirenas de las alarmas antiaéreas nos obligaban a bajar a los refugios. Vivíamos mis padres y yo cerca de la Iglesia de los Apóstoles, en la plaza del mismo nombre. Durante el día mi padre trabajaba en la Embajada de España en Berlín. Gracias a un buen amigo berlinés, Berger Bergman, el que fuera el ilustre director de la Konzert-Haus, pude localizar no hace mucho, después de la caída del Muro, los lugares exactos dónde vivimos aquel lejano verano en el corazón de Alemania, en plena segunda guerra mundial.

Nos contaron que fue un gran día en el que en 1907 se abrieron las puertas del Hotel Adlon, indudablemente un hotel-palacio digno de la capital del Imperio Alemán. Llevaba el nombre del propietario, el empresario renano Lorenz Adlon. El edificio no decepcionó a los admiradores del arquitecto más prestigioso de aquella época: Karl Friedrich Schinkel. Con la vecindad de las embajadas de Inglaterra, Francia y Estados Unidos, el Hotel Adlon no sólo estaba junto al Arco de Triunfo de los reyes de Prusia, la Puerta de Brandenburgo. Además en su puerta empezaba la calle más elegante y señorial de Berlín. La Unter den Linden. Siempre fue evidente que su primacía en la capital de Alemania era indiscutible.

Infancia berlinesa de Rafael de la Fuente.

Infancia berlinesa de Rafael de la Fuente. / L. O.

Después del final de la primera Gran Guerra y la caída de la monarquía, el rumbo del Adlon se va consolidando. En 1921 Louis Lorenz, el hijo del fundador, tomó las riendas del hotel. La llegada al poder de la satrapía nazi sometió al venerable Adlon a nuevas e ingratas pruebas. No obstante, lo llamaban los diplomáticos extranjeros acreditados en Berlín «la pequeña Suiza», por su ambiente amable y civilizado, no excesivamente contaminado por las explosiones de entusiasmo y fanatismo de las liturgias nazis. En las últimas semanas de la guerra el hotel fue convertido en hospital de campaña. El Adlon había resistido hasta entonces bastante bien. El 2 de mayo de 1945, unos pocos días antes del final, un incendio destruyó la casi totalidad del augusto edificio. Parece que se debió a la imprudencia de unos soldados del Ejército Rojo a los que se les fue la mano celebrando en las bodegas del hotel su reciente victoria.

Para las autoridades de la República Democrática Alemana, los restos del edificio del Adlon eran unas ruinas incómodas, sobre todo por estar junto al Muro. Terminaron ordenando su demolición total. No quedó nada del viejo hotel. Después de la caída de la RDA, el gobierno federal dio luz verde al clamor de los berlineses. El Adlon sería recuperado como la joya de la nueva capital alemana. El 23 de agosto de 1997 el flamante e impresionante hotel fue inaugurado por Roman Herzog, el presidente de la Alemania reunificada. Con todos los honores. Es una buena historia. Cuando algo me deprime por algunas de las adversidades y horrores que estamos de nuevo viviendo en Europa, pienso en el nuevo Adlon y su heroica lucha contra toda clase de desastres. Y admiro más que nunca a los valerosos berlineses que lograron recuperar para el mundo civilizado su maravilloso e intemporal hotel.

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