TRIBUNA

No he querido saber

José Luis Raya

José Luis Raya

"No he querido saber, pero he sabido", así inicia Javier Marías su laureada novela Corazón tan blanco. Como sabemos, el título fue extraído de una peculiar sentencia del Macbeth de Shakespeare. El adjetivo podría simbolizar la ingenuidad, la inocencia, pero también la cobardía.

No he querido saber pero me he puesto a pensar en todo lo que se nos puede venir encima. Es cierto que los tiempos deben evolucionar y no estancarse en una suerte de becerro de ideas retrógradas, pero a cambio de qué. Es posible que no sea el momento propicio. El devenir de los acontecimientos debería ser el pulsómetro para inclinarse, cambiar o permanecer en una determinada situación, esto es, la estabilidad.

Aún impactados por la interminable guerra que inició Rusia, más los estertores de la Covid, más el atontamiento que produce un mundial de fútbol —donde todos los adalides de los DDHH terminan viendo y siendo cómplices del Mundial, como los asesinos del regicidio de Macbeth—, asistimos —perdón por este mareante período oracional— a la transformación del poder judicial. El pueblo español, atontado por impresionantes o frívolos acaecimientos, ignora otros donde se está jugando nuestro futuro, no solo como país y parte integral y geoestratégica de un continente llamado Europa, que parece, a veces, que estuviera dando sus últimas bocanadas de vida. Pero algunos se empeñan en machacarlo y que fenezca de una vez.

Muchos, o pocos, seguimos cansados de este obligado posicionamiento extremo al que conducen los poderes fácticos.

Ambos sugieren o aclaran claramente que están dando un golpe de estado. Dos posturas antagónicas no pueden sugerir la misma idea; sin embargo, están en lo cierto hasta cierto punto. El poder judicial ha de renovarse, pero que venga dictado por el devenir mismo de los acontecimientos y no por las prisas políticas de determinados grupúsculos secesionistas, tergiversadores y de dudoso pasado democrático. Esto último compartido por gran parte de la otra parte. Así pues, parece ser que, hagas lo que hagas, estás cometiendo algo tan terrible como un golpe de estado. No obstante, hay determinadas instancias o poderes como el TC que debería ser sagrado en una democracia sana. Y su remodelación debería realizarse tras un pormenorizado e intenso debate, y no a golpe de decreto y apresurados cambios de leyes, en plan Putin.

Lo que podría ser un país avanzado y moderno podemos convertirlo en un país bananero, como suele decirse, con todos mis respetos para muchos países de Iberoamérica, a los que amo.

El principal problema de la democracia es que debemos aguantarnos con aquello que se apruebe con todas las de la ley, aunque esta chirríe. Hay una amplia mayoría, abrazada por la democracia, que ha decidido que es la hora del cambio, aunque ese cambio resulte antidemocrático paradójicamente.

Los que amamos la integridad territorial, ya que ello contribuye a la integridad europea, veremos muy pronto ciertas consultas o referéndums que resquebrajarán más de 500 años de historia, veremos devaluada nuestra presencia en Europa y en el mundo y nuestro poder adquisitivo y bienestar se verán mermados, y todo por una panda (o banda) de mafiosos que atacan a los fachas y se comportan exactamente igual que ellos.

A veces dan ganas de para el tren y bajarse.

No quería saber, pero me puse a pensar un poco.

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