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Ayudar bien por Navidad

Hay que ayudar. Pero ayudar bien. Toda la ayuda es buena. Pero la más útil vale doble. Y es por la que tenemos que luchar

"Hay que ayudar. Pero ayudar bien. Toda la ayuda es buena. Pero la más útil vale doble. Y es por la que tenemos que luchar"

"Hay que ayudar. Pero ayudar bien. Toda la ayuda es buena. Pero la más útil vale doble. Y es por la que tenemos que luchar" / Gonzalo León

Gonzalo León

Gonzalo León

Es habitual que, cuando llega la festividad del nacimiento de nuestro Señor, todos removamos nuestras conciencias y evidenciemos con nuestras acciones que el mundo es injusto.

Esa situación de debilidad emocional que padecemos al concluir el año nos obliga moralmente a ayudar a quienes más los necesitan. Puede que en algunos casos sea para justificar el atracón consumista al que nos enfrentamos o, en otros casos, se trate simplemente de un ejercicio de bondad para que, en situaciones en las que afloran las necesidades de estar acompañados, se eche un cable a quienes peor están.

Hace tiempo escuché a profesionales del sector asistencial que afirmaban -en privado- que en Málaga no había gente que pasara hambre. Y de primeras choca la frase. Y te lleva a responder incluso con desaire. ¿Eso cómo va a ser?

Pero con una explicación breve, conoces muy bien el entramado social que existe en Málaga -como en la mayoría de ciudades- para asistir a todo el que no tiene nada. Pobres hay. Muchísimos. Pero personas que pasen hambre en nuestra ciudad resulta complicado encontrar. Salvo que ellos mismos quieran pasarla.

Si hacemos un ejercicio de memoria y nos situamos unas décadas atrás, podemos recordar como el número de personas indigentes, pedigüeños y mendigos era infinitamente mayor.

Antes era habitual que llamaran a tu puerta para pedir comida, vestido o alimentos para sus hijos. ¿Lo recuerdan en los últimos meses? Probablemente no. Y es que este sistema, con infinidad de debilidades y carencias, ha creado una red asistencial privada y pública para que todas las personas en situación de riesgo de exclusión social tengan un salvavidas al que agarrarse en todo momento.

Y es por eso que, tomando las palabras de quien anteriormente mencionaba, en Málaga actualmente nadie pasa hambre.

Dicho esto, es interesante que todos nos preocupemos por colaborar a estas entidades que, en numerosas ocasiones, no tienen en lo público su aliado vital. Nuestra ciudad cuenta con herramientas mantenidas con dinero de todos para desarrollar una labor necesaria y justa.

Pero también existen otros casos en los que, instituciones privadas, sustentan su labor con el respaldo privado principalmente. Y es fundamental que creamos en ellas pues se trata de entidades nacidas desde la independencia y cuya naturaleza es única y exclusivamente la de ayudar a los demás. El consumismo actual nos lleva a adquirir objetos o servicios prácticamente sin pensar. Es el mercado. Y conviene que no te pares mucho a conocer si el producto que vas a comprar lo ha hecho un niño del tercer mundo, si ha provocado la tala de árboles o simplemente si está elaborado con ingredientes que son tóxicos para la salud.

No hay tiempo que perder. O sí. Porque si en cualquiera de las acciones cotidianas aplicáramos la sensatez y el sentido común, probablemente obraríamos de manera distinta.

Y algo así debe suceder también con las buenas obras que realizamos. En definitiva, muchas de las donaciones, ayudas y voluntariados que realizan las personas las hacen “adquiriendo” ese “producto” que es el ejercicio de la caridad o las obras sociales.

Por tanto, cuando vayamos a ayudar a los demás, sería extraordinariamente bueno que nos preocupáramos por conocer qué entidades desarrollan labores reales, en qué medida lo hacen y hasta qué punto llegan en el trato con las personas a las que asisten.

Dar comida al hambriento es una labor justa y necesaria. Pero el sistema actual nos lleva irrevocablemente a pensar en el siguiente paso pues, como apuntábamos al principio, ya hay comida. Quizá por eso debamos coincidir todos en que siempre mejor enseñar a pescar y dar cañas que servir pescado.

Hay que ayudar. Pero ayudar bien. Toda la ayuda es buena. Pero la más útil vale doble. Y es por la que tenemos que luchar.

En este sentido, la labor municipal a través de su área de derechos sociales es ejemplar y digna de reconocimiento como también lo es la de la Junta de Andalucía en el control honesto y sensato del desarrollo de la industria de la solidaridad.

Y es que en este sector también hay que ser serios, profesionales y honestos. Todo no vale por estar al abrigo de la caridad y la ayuda a los demás. Evidentemente, siempre que hagas algo bueno, irás por el camino correcto, pero no debe ser un paraguas que te aparte de la realidad.

Las personas necesitadas precisan de ayuda, asesoramiento y asistencia profesional. Con el empuje del voluntariado siempre. Pero bajo la supervisión de quienes son capaces en el ámbito en cuestión. Y por eso cada vez es más habitual que las administraciones públicas realicen auditorías a las entidades sociales a las que mantienen económicamente. Porque no siempre es oro todo lo que reluce. Y los medios, las fiestas navideñas y el consumismo de caridad hacen que no siempre ayudemos de la mejor manera.

Quizá sea el momento de pararse, como al hacer la compra, y mirar la etiqueta de las oenegés. Conocer sus valores -no nutricionales- y procurar participar de aquellos que sean serios, sostenibles y cien por cien profesionales.

Dar de comer a colas eternas de personas queda muy bien en la tele. Pero, como sociedad, es un fracaso. Por los de la cola. Y por los que llevan el cazo en la mano.

Ayudemos bien. Que nos irá mejor.

Viva Málaga.

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