MIRANDO AL ABISMO

Esas cosas inútiles

María Gaitán

María Gaitán

Me gustan los saberes inútiles, las cosas imperfectas y las tazas desportilladas. Me gustan los amaneceres, que la temperatura pase de los veinte grados y despertarme antes de que lo hagan las calles.

Me gustan el mar y las olas y los cristalitos de colores que pueblan las orillas. Me gusta también cuando el agua se traga la playa y demuestra así su carácter, ese que tenemos las mujeres del sur. Me gusta tanto el mar que conozco cada tonalidad de verde, cada sutil variación en el oleaje, la densidad y el olor de la espuma y el momento exacto en que se viste de invierno. Creo que ya se intuye el sentido de los saberes inútiles.

Estudié Filosofía porque era un saber inútil, tan inútil que me hizo rehacer los cimientos de mi realidad y comprender, que no entender, ni justificar, ni apoyar, a aquellos que no piensan como yo. Un saber tan raro que me concedió la llave de mi libertad apartándome del miedo a pensar críticamente. De los grandes filósofos aprendí que hay que romper los paradigmas establecidos para avanzar socialmente, que las sociedades se cambian individuo a individuo y que el tiempo no es una unidad de medida tangible para los humanos.

Me gusta, además, escribir poesía, porque me ordena, me da una perspectiva de la realidad que no tenía antes de escribir. Escribo para entender y entenderme, para que el mundo me sea menos frío y ajeno. Pero también escribo para hacer las cosas a mi modo, para poner las palabras en el orden exacto que deben tener para darle sentido a mis pensamientos. Otro saber inútil.

Me gusta tanto la Filosofía que decidí enseñarla en un instituto. Quería y aún quiero que mis alumnos despierten de este sueño dogmático del «consume y trabaja», que entiendan que en la vida hay cosas que no valen lo que cuestan, que ser libres siempre tiene un precio. Seguiré intentando que, al menos, un alumno me oiga, con eso ya sería bastante.

No sé si mi utopía inútil de un mundo despierto y adogmático se podrá alcanzar alguna vez. Las sucesivas leyes de educación arrinconan a los cerebros jóvenes y rebeldes, entre fórmulas y memorización, quitándole cada vez más horas a la Música, el Arte y la Filosofía. Quitándoles a las nuevas generaciones su derecho a pensar, a ser revolucionarios, a protestar.

No sé por qué eso de que los obreros piensen y estudien y se planteen cómo es realmente el sistema siempre ha asustado tanto a los que mandan y no importa demasiado, en este caso, del color que sean. Lo que sí debería importarnos es a qué estamos llamando saberes inútiles.

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