Arte-fastos

Aquel sueño americano

A propósito de la nueva individual de Paco Sanguino en Nítido Gallery

Una pieza de Paco Sanguino

Una pieza de Paco Sanguino / Paco Sanguino

José Manuel Sanjuán

José Manuel Sanjuán

Desde hace años mantiene Paco Sanguino (Sevilla, 1962) una actitud crítica hacia la sociedad de consumo y sus más perniciosas derivas (contaminación ambiental, producción desmedida, desequilibrios económicos, etcétera). En su última individual titulada 'La casa del loco' (Nítido Gallery, Marbella), retorna al momento fundacional de la eclosión consumista: la sociedad americana de los años 50, recogida en el eslogan American Way of Life, que prometía bienestar, prosperidad y comodidades sin cuento a todos aquellos que se considerasen ciudadanos civilizados. Pero esta maquinaria implacable que favoreció a muchos, también arrinconó a otros: negros, minorías, inadaptados y, sobre todo, la mujer-esposa, recluida en su hogar (en ocasiones, jaula de oro) al cuidado de la casa, los hijos y, por supuesto, el marido, cabeza de familia y pilar económico de ese frágil sueño colectivo.

Y era frágil porque esa obsesión de proyectar la felicidad como estilo de vida, representada en la unión familiar, era una filfa, una ilusión sostenida por la iconografía publicitaria, donde la mujer equilibraba el delicado andamiaje entre la esfera pública y la privada. Esta es la mujer feliz que plasma Sanguino en sus óleos: abnegada ama de casa en la cocina ('Me sienta muy bien tu plutonio'), en el supermercado ('Happy business'), o en esas entrañables celebraciones familiares donde ella, excluida, aplaude encantada el cariño de los hijos por su padre, al que apenas ven ('Mi agonía en mi felicidad'). La singularidad de los títulos ya anuncian una fractura, una quiebra del cuerpo social que estallaría en esa década (rock and roll, generación beat…); pero que, todavía, no se traslada a las imágenes, exentas, en apariencia, de cualquier atisbo de conflictividad conyugal, como corresponde a hogares modernos perfectamente reglados, todavía.

Mas hemos dicho «en apariencia», porque la contención formal que exhiben los personajes (en concreto la mujer, protagonista principal o figurante secundaria) se desborda, incontenible, en los rostros, reconvertidos en máscaras rígidas, vendajes infaustos que supuran el hedor de la tensión acumulada, de la injusticia sobrevenida, y que tan solo se humanizan en dos trípticos (Sin título), testigos gestuales y simbólicos de un calvario. A pesar de la gama cálida, las figuras exudan una atmósfera glacial, perturbadora, fronteriza entre lo animado y lo inanimado, entre lo orgánico y lo inorgánico, características que Freud sitúa en su inventario temático de motivos siniestros. Imágenes amparadas en una belleza inquietante, de funestos presagios; desenlace que Paco Sanguino vela conscientemente porque sabe, como sabía Rainer María Rilke, que «lo bello es el comienzo de lo terrible que todavía podemos soportar».