Tribuna

Una salida para las víctimas

Enma Riverola

Enma Riverola

Están muertas. Asesinadas por unos hombres que dijeron amarlas como ningún otro hombre las amaría. Ese lenguaje de la posesión que va filtrándose gota a gota, agrietando la autoestima y la voluntad de tantas mujeres. Sí, las manos de ellos las han asesinado, pero otras manos han fallado: las que debían protegerlas. Hasta 11 mujeres fueron asesinadas el pasado diciembre en España por sus parejas o exparejas. La mitad de ellas habían presentado denuncia. Es mucho el trabajo que se ha realizado para mejorar los sistemas de prevención y protección, pero no es suficiente. La estadística negra arroja más temor a las víctimas, pero también una oportunidad. Si atendemos que muchos de los asesinos tienen antecedentes por violencia machista, hay mucho por hacer en la atención educativa y social de los condenados. Vox ha elegido como candidato a presidente de la Generalitat valenciana a Carlos Flores, catedrático de Derecho Constitucional y condenado por violencia machista. Los hechos ocurrieron hace 20 años y la sentencia confirmaba que ejerció «violencia psíquica» contra su expareja. Flores ha comunicado que lamenta «el dolor causado» por «aquel desafortunado episodio». También ha añadido que no se puede «contemplar penas de por vida». Y tiene razón. No se puede entender al agresor machista como un ser irrecuperable, porque entonces tampoco habría salida para las víctimas. Pero el candidato de Vox ha perdido la oportunidad, en este momento, de hacer un llamamiento contra la violencia machista. Cuesta entender cómo algunas voces indiscutibles de la intelectualidad elevan el tono para deplorar la supuesta exclusión que sufre el hombre (en especial, el hombre blanco heterosexual), pero regatean interrogantes y lamentos sobre la violencia machista. Si la categoría ‘hombre’ sirve para rasgarse las vestiduras por una eventual pérdida de privilegios que las estadísticas no demuestran (ahí siguen el techo de cristal, la brecha salarial, la temporalidad laboral y la dedicación a los cuidados y al mantenimiento del hogar), también debería invitar a reflexionar sobre los daños causados por miembros de esa misma categoría. Sobre las raíces de su violencia y sobre los discursos que, de un modo directo o indirecto, la alimentan. Un sistema de discriminación y sometimiento de la mujer ha beneficiado históricamente al hombre. De ahí bebe la violencia machista. Para ser eficazmente combatida deber ser rechazada de forma expresa, unívoca, generalizada y rotunda por parte de los hombres.

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