Viento fresco

Se complica comer buen gazpachuelo

Se ha extendido. Lo hay en todos los sitios. Otra cosa es que sea gazpachuelo. A veces es aguachirri infame. O apesta

Jose María de Loma

Jose María de Loma

Ay, gazpachuelo, cuantos crímenes se cometen en tu nombre. Antaño era difícil encontrar restaurantes donde tomarlo. Decayó mucho. Ahora se puede pedir en más sitios que nunca jamás. Pero ya abundan los que dan gato por gazpachuelo, los que dan otra cosa que nada tiene que ver con él o los que lo improvisan y surgen entonces la catástrofe, el desvarío, la indigestión y los enfados.

El domingo probé el de Gutiérrez Puerto, en El Palmeral. Muy pobre y sin sabor. Lástima, en ese establecimiento es todo fresco y de primera, con una ubicación poco mejorable y un servicio muy atento. Días antes tomé el muy correcto de La Reserva 12, este sí con huevo y gambas. Me resulta insuperable el de Emilia, en Rincón Catedral, gazpachuelo de toda la vida. Sin pretenciosidad artificiosa. En no pocos sitios te lo ponen como artículo de lujo, y todo porque le han echado algún primo de las gambas y ya te intentan cobrar un precio desmedido. En otros es aguachirri infame que desmayaría a un perro. De lujo el del Nerva. Hay mucho diletante dando gazpachuelo y esto hay que denunciarlo. Gazpachuelismo rampante. Me gusta a veces que se le añada arroz. En la Venta del Túnel lo sirven muy rico y trae aromas de la niñez, de chaveas correteando por el campo, aromas de domingo, jersey nuevo y vino dulce. Carrusel Deportivo por la tarde en el auto, bajando esas curvas dando voces en el asiento de atrás con tus primos. El de Mariano tiene un punto a limón muy agradable y la densidad sopera es la justa. Me falta por probar el afamado de El Candado Golf, donde hace escasas fechas caté su estupenda ensaladilla rusa. Allí hay que ir a arrocear. El de El Balneario, donde a en algunas jornadas lo ha preparado el chef Adolfo Jaime, pionero en trasladar este plato a la alta restauración. Más: el histórico de La Vikinga, local ahora con cambio de nombre y novedades.

Podría seguir dando (buenos) ejemplos. El de bogavante de La Casería. Y me callo los malos, piratillas embozados. Hay gazpachuelos estupendos en los barrios y en restaurantes lujosos pero el talento no está tan abundantemente repartido para prepararlo. Hay una inflación gazpachuelística, están dando el carné de gazpachuelero a gente que no lo merece. Hay que protegerse. Hay que resguardarse gracias al boca a boca del infecto timo gazpachuelil. Perpetrado sin moluscos y alevosía. O con trocillos cutre-pequeños de pescado dudoso y casi aún congelado. O con rancios modales que esconden lo rancio de la mayonesa. Hay que protegerse del falso auténtico y del gran chef que lo ha estandarizado y que lo sirve a lo necio: sin valor pero con mucho precio. Ay, gazpachuelo. Qué rico y qué falseado. Sea dicho sin torpes purismos retrógrados. Dadnos, dadnos, gazpachuelos pero no manduca que hiede a linimento.

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