El ruido y la furia

Papeles

Las cosas que me gustaban y me siguen gustando son casi todas analógicas, palpables, manejables, y van desapareciendo

Archivo - Una edición del periódico 'The New York Times' (ARCHIVO)

Archivo - Una edición del periódico 'The New York Times' (ARCHIVO) / picture alliance / dpa - Archivo

Juan Gaitán

Juan Gaitán

Aún no ha amanecido y ya ando revolviendo periódicos. Digitalmente, claro. Los de papel han adquirido la pésima costumbre de llegar tarde a las mañanas. Antes, no hace tanto, apenas unos amaneceres, madrugaban más que el sol, pero ahora eso ya ha quedado antiguo. El papel, dicen, va camino de su extinción. Entiéndase ‘papel’ como ‘periódico de papel’. Antes «se salía en los papeles» cuando en el diario hablaban de uno, para bien o para mal. Eso ya tampoco suele decirse. Expresiones que se van quedando en las orillas del lenguaje a medida que el mundo avanza. En esas estoy cuando en un digital leo la noticia de que ‘El jueves’ va a dejar de publicarse semanalmente. Pasa a edición mensual. La publicación que se anunciaba desde hace cuarenta y cinco años como «la revista que sale los miércoles» pasará ahora a salir un miércoles nada más, uno al mes. Han explicado sus editores que es por el precio del papel. Carísimo y escasísimo, o carísimo por escasísimo.

Habrá que conformarse, no queda otra, pero con demasiada frecuencia tiene uno la sensación de que el mundo se le hace inhóspito. Acaso sea una de las consecuencias de ir envejeciendo, pero es que estas cosas hacen que me sienta extraordinariamente viejo. Será por las concesiones que voy haciendo y la conformidad con que asumo los achaques que ya se me han instalado en el cuerpo y que se me filtran al espíritu, como esa dolorosa rigidez de mi cadera izquierda al levantarme, o la imprescindible pastilla contra la diabetes, o el uso de un cojín entre las rodillas para poder dormir y que no me desvele el dolor de chocar hueso contra hueso… Son, generalmente, levedades que vas aceptando de una en una, con una ligera resignación, porque tampoco son para tanto. Pero un día te paras y sumas todo, lo grueso y lo menudo, y te das cuenta de que ya no queda mucho ni será tan grato. Pues igual con el mundo, el que te solía ser habitable. Hace algún tiempo que me embarga la sensación de que no consigo ir al mismo ritmo que los tiempos, por más que me empeñe. Y eso agrava la desasosegante sensación de vejez, de antigüedad. Será porque las cosas que me gustaban y me siguen gustando son casi todas analógicas, palpables, manejables, y van desapareciendo.

¿Cuánto tiempo seguirán ‘saliendo’ los papeles? Parece que no mucho. Los costes hacen ya casi insostenible este soporte. César González Ruano lo dijo en una frase que he repetido muchas veces y que cada vez es más certera: «no hay nada más viejo que el periódico de ayer». Sobre todo, si era de papel, esa rareza en vías de extinción.

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