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Extensión

La extensión es una herramienta femenina que tanto estira el alba como contrae la noche. A más luz, menos sombra, y viceversa

Juan Antonio Martín

Juan Antonio Martín

Quizá el que preside éste sea el mejor ejemplo para el título de un artículo, pero no es evidente que hoy sea mí día. Hoy el perverso sistema y la prisa para comparecer en esta página se han sobrepasado conmigo, pero, en fin, nunca medraron los miedos ni en tu pluma ni en tu alma, que quizá habría escrito Miguel Hernández para mofarse de mi impericia.

–Sin expresar ninguna temática en particular, sugiéreme un título para mi artículo de hoy –he pedido a conserje del edifico en el que tengo el despacho.

–Extensión –me ha respondido mientras con maliciosa sonrisa añadía:

–Si se atreve usted.

–Si lo llego a saber no le pregunto.

La extensión es una herramienta femenina que tanto estira el alba como contrae la noche. A más luz, menos sombra, y viceversa. Esto es tan así en la literalidad de la frase como en el mensaje del todo científico que nos legó Jung sobre la salud y las enfermedades del alma del ser humano. De hecho, nuestros dioses y nuestras creencias son la extensión imaginada de una realidad que responde a la mirada de cada cual, que, a veces, es una realidad compartida sobre la que se pueden verbalizar realidades de lo por venir y, a veces, por reducción, hasta resulta ser la descerebrada piedra filosofal que desencadena todas las guerras desrazonables, es decir, todas las guerras desde que el hombre es hombre.

El lenguaje, especialmente el lenguaje extenso, como todos los sustentados por la raíz latina, nunca es inocente, sino que de él dimana la responsabilidad y la irresponsabilidad de nuestra participación en la vertiginosa carrera de la vida, que, dicho sea de paso, cada vez es más larga y más sinuosa. Me pregunto qué resultaría de la intervención de un niño en la clase de mi querida amiga Vero, si en algún momento, para dinamizar su clase se dirigiera a sus personillas proponiéndoles un método novedoso y participativo:

–Clase, ¿qué os parecería si cada uno contáramos lo que más nos gusta para compartirlo con nuestros compañeros?

Y me imagino a todas las personillas jaleando animadas y dispuestas a participar en tan original propuesta, y manifestando sus gustos refiriéndose a los helados, la Navidad, las vacaciones, el pan tumaca, los bombones, el recreo... Y me imagino la clase alborotada hasta que, Manolito, el más rollizo y callado de la clase, pidió la vez y todos escucharon atentos:

–Seño, a mí lo que más me gusta es follar. Me gusta tanto que algunas veces en casa de mi abuelo me he pasado todo el día follando con mi prima Isabelita, que también disfruta mucho con ello.

Risas, bocas tapadas, sorpresa, temor, desconcierto..., y sobre todo silencio sepulcral.

A mi amiga Vero la imagino, primero, no ojiplática, sino lo siguiente, o sea, como escapándosele de las órbitas su intensa mirada azul. E inmediatamente después con el tino y los reflejos de una gata sabia pidiendo calma…

–Niños, permaneced en silencio y escuchadme, por favor:

–La extensión no solo es cuestión de kilómetros, ni de altura, ni de metros cuadrados, ni de volumen, ni de distancia. Antes de que el hombre fuera hombre, el Universo ya se expandía mucho más allá de donde alcanza la vista tridimensionalmente, y con el tiempo todo aquello en lo que el hombre ha participado se ha expandido en altura, anchura y profundidad, que son las tres dimensiones del Universo. El Universo crece expandiéndose que es la manera que tiene el Universo de «extenderse». El lenguaje solo se expande metafóricamente, porque en realidad lo que hace es extenderse como el agua derramada, como las pandemias, como la alegría, el dolor, el sufrimiento, como el miedo y el amor, así, lo que nos acaba de contar Manolito no es ni más menos que una demostración de la extensión de las palabras, los conceptos, las ideas, los juicios y las emociones...

–Clase, escuchadme atentos: follar es pisar hojas caídas, follar es usar las hojas para darle forma a algo, follar es hacer uso del fuelle para avivar el fuego de la chimenea o del brasero, follar es lo que ocurre cuando se nos escapa una ventosidad sin ruido...

–¿A qué te refería tú Manolito?

–A corretear por el campo escuchando cómo crujen las hojas secas caídas, seño...

–Muy bien Manolito, muchas gracias por compartir con nosotros lo que más te gusta.

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