La señal

Ruido y furia

Vicente Almenara

Vicente Almenara

Bueno, las cosas son así. Ayer eran los parodistas del fascismo quienes entraban en la Facultad de Ciencias de la Información de Madrid con cadenas y hoy es la izquierda intolerante y violenta la que intenta impedir la libertad de expresión de la presidenta de Madrid, la periodista Isabel. ¿Y esos alumnos vociferantes y liberticidas quieren ser periodistas?, ¡qué miedo!

Pero, vamos, que en muchas partes, demasiadas, cuecen habas. Verbi gratia: el Parlamento ucraniano debate ahora sobre una nueva ley mediática que, entre otros desmanes, podría crear un regulador controlado por el Gobierno. Claro, la Federación Europea de Periodistas y el Comité para la Protección de los Periodistas, de los EEUU, se han echado las manos a la cabeza, y con razón. Y es que la regulación mediática debe ser aplicada por un organismo independiente del Gobierno, y su objetivo debe ser la independencia mediática, no el control. Zelenski, aprendiz de brujo. Por cierto, que le ha dimitido uno de sus asesores, que se atrevió a decir que la tragedia de Dnipro la provocó la misma Ucrania. ¡Uy, uy, uy, a quien le estamos entregando los tanques…!

La UE, otra que tal baila. Menos mal que la Cámara de Comercio de Estados Unidos trata de impedir que la próxima normativa comunitaria para la computación en la nube dificulte la presencia en Europa de las tres grandes compañías de origen norteamericano, Amazon, Microsoft y Google. Como la UE no tiene ninguna compañía que las iguale, ni por asomo, pues las perjudica. ¿Y la libertad de mercado, qué, Úrsula? No lo dicen solo los USA -y la Cámara de allá es la mayor organización del mundo en negocio- sino la Asociación Japonesa de Nueva Economía y la Asociación Latinoamericana de Internet y… «la UE debe abstenerse de adoptar requisitos de una naturaleza política, en vez de técnica, que dejarían fuera a proveedores cloud legítimos, requisitos que, además, no mejorarían los controles efectivos en ciberseguridad». Y después la UE saca pecho, qué cara más dura…

Pero aquí, las cosas no es que marchen mejor, Cayetana lo decía el otro día, «salvo honrosas excepciones, los empresarios españoles no invierten en la democracia porque prefieren invertir en el poder», pero esa es otra cuestión y muy peliaguda.

La verdad es que la guinda la ha puesto ese chico gallego venido a los madriles. Que quiere Feijóo que gobierne la lista más votada, pero eso es antidemocrático, Alberto, ¿para qué crees que están los parlamentos, los ayuntamientos, las diputaciones y las alianzas de partidos y representantes?, España es una democracia parlamentaria… Si enfrentas los votos a los escaños te van a llamar qué sé yo, sal rápido de ahí, que no sabes dónde te has metido... Y todo para que no se dé el supuesto de que necesite a Abascal para gobernar, que le da miedo el qué dirán, los complejines de siempre, por eso el otro día no fue a Cibeles, no le fueran a hacer la foto juntos, como en Colón, un fallo que prometió que no se repetiría más. Pero no pasa nada, se le da una patada a la pelota y vuela. Juan Tamariz lo vería de otra forma, abracadabra, magia potagia y todo lo demás.

Bueno, ¿y de la tiña qué tiene que decir la Belarra?, porque algo tendrá que decir. Este brote que nos asola está quebrando la confianza en las peluquerías, en las que ya no tenía ninguna fe el ex diputado rastafari podemita, Alberto Rodríguez, que ahora prefiere aliarse con Errejón para combatir a sus antiguos compañeros de armas, aunque sus armas son las patas, con una de las cuales golpeó a un policía, y por lo que fue justamente condenado, aunque él sufriera gran disgusto al tener que abandonar el Congreso, que allí se está muy bien.

Otro asunto bien distinto, lo advierto, es la detención de Mateo Messina Denaro, gran jefe de la Cosa Nostra, en cuyo escondite se han encontrado los más caros perfumes, vestidos de marca… Y al yihadista de Algeciras pues también le encuentran que llegó desde Marruecos de forma ilegal y que ya en 2019 arribó a Gibraltar, pero allí no estaba Marlasca, y lo expulsaron en tres días. Ribot y Fonteseré lo prefirió así:

Porque tenía razón,

quería el pobre Narciso

que se la diese Simón,

y éste dársela no quiso.

A usted nunca le daré

la razón.

¿Y por qué no?

Porque si la tiene usted,

¿cómo he de dársela yo?