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ChatGPT

Durante unos días se permitió el acceso abierto para que expertos, investigadores y personas curiosas en general pudieran chatear con él. Y la primera reacción ha sido de asombro

ChatGPT, el bot viral que anticipa el futuro de la inteligencia artificial

ChatGPT, el bot viral que anticipa el futuro de la inteligencia artificial

Enrique Benítez

Enrique Benítez

En los círculos tecnológicos, la comidilla de los últimos días ha sido ChatGPT, un sistema basado y entrenado mediante Inteligencia Artificial, que permite el diálogo y la interacción. Desarrollado por la empresa OpenAI -entre cuyos ubicuos promotores están el polémico Elon Musk o el oscuro Peter Thiel-, durante unos días se permitió el acceso abierto para que expertos, investigadores y personas curiosas en general pudieran chatear con él.

La primera reacción ha sido de asombro. Los titulares de los medios se han multiplicado para contarnos que ChatGPT ha aprobado el acceso al MIR, exámenes diversos de facultades, incluso pruebas de Máster. Parece que los medios de comunicación andan empeñados en trasladar una imagen algo distorsionada de las utilidades de lo que se viene a llamar, en términos técnicos, un LLM (Large Lenguaje Models), esto es, un algoritmo basado en aprendizaje profundo (deep learning), capaz de entender -y también de responder e interactuar- el lenguaje escrito. Esto mismo ya existe con el lenguaje oral, aunque en este caso los acentos y las pronunciaciones suponen una dificultad añadida.

Lo importante es tratar de entender qué supone todo esto, cómo nos va a cambiar, y a quién va a beneficiar. La preocupación más inmediata que ha surgido en el sistema educativo es que el alumnado podría recurrir a esta herramienta (ChatGPT) para que les haga los trabajos escritos que a menudo se exigen en clase, sea en educación primaria y secundaria, bachillerato o la universidad. Un profesor universitario decía con sorna que el mejor detector de un trabajo hecho por ChatGPT es la ausencia de faltas de ortografía. De hecho, ya hay soluciones fiables al alcance de todos que permiten detectar si un texto ha sido generado por una Inteligencia Artificial, dicho de forma muy simplificada.

En el momento de escribir este artículo, Microsoft, que va a invertir 10.000 millones de dólares en OpenAI para desarrollar este producto, ha anunciado en Twitter la existencia de BioGPT, un modelo similar, entrenado con literatura biomédica, que puede ayudar a los científicos en diversos escenarios de investigación avanzada.

La reflexión sobre el impacto de todo esto no puede ser superficial, ni anecdótica. Se le propuso a ChatGPT que escribiera un chiste sobre andaluces y dijo lo siguiente: ¿cómo ponen tres andaluces una bombilla? No lo harían porque robarían la luz. Generó esto, o algo muy parecido. Los sesgos y los prejuicios están ahí, y no son ninguna broma.